Voyeurs implacables


Nueve mujeres aguardan nerviosas a la puerta de una sala. Sus sonrisas dejan escapar atisbos de histerismo a punto de explotar. Pero deben sobreponerse.
Se miran, tratan de pasar desapercibidas, desean no tener que hablar…hasta que llegue su momento. Son instantes eternos donde estudian cada uno de sus movimientos, calculándolos, no queriendo ser observadas por las demás.

Una puerta se abre, y la que parece ser su anfitriona les saluda, se presenta y les invita a entrar. Despacio, como en un juego de iniciativas confusas, van ocupando sus sitios. Sin saber si están donde tienen que estar. Sin saber cuanto va a durar. Sin saber qué es lo que se quiere de ellas…

Todo les parece frío, diferente, extraño. Para todas es la primera vez e intentan interpretar en las palabras de las demás algo que las tranquilice, que las sitúe, que las haga perder sus miedos.

Escuchan atentas los discursos de su anfitriona y tratan de hacer todo lo que se las indica. Se han dado cuenta de que forman parte de un juego programado pero deciden dejarse llevar. Las más atrevidas toman las riendas; las más tímidas, se arrastran a las posiciones que parecen esconderlas. O eso creen.

Durante dos largas horas, se someten a la voluntad de su anfitriona. Responden solo cuando se les pregunta y jamás descubren nada que delate sus vidas…las que llevan ahí fuera. Simplemente cumplen su cometido.

Se sienten observadas pero disimulan su incomodidad con gestos que después son silencios, y después más gestos.

Su mayor temor es equivocarse, que su respuesta no sea la correcta. Son conscientes de que se celebra un juicio donde entre ellas son cómplices y fiscales. Pero al no poder discernir sus roles, optan por la sospecha sutil disfrazada en compañerismos momentáneos, donde a cada momento hay una elegida.

Hablan, actúan, gesticulan, buscan cientos de veces nuevas posturas. Tocan objetos, escudriñan esa habitación blanca…con un enorme cristal negro. El cristal tras el cual están los manipuladores, los voyeurs más implacables, los grandes hermanos reunidos para conducir un juego y que observan a las jugadoras deseando que se dejen llevar y muestren algo de sus verdaderas personalidades. Pero lo que les importa no son sus vidas, sino que sus anhelos coincidan con el extraño objeto del deseo…ese al que miran y tocan incesantemente. Sin poder poseerlo…

Cuando todo termina, no pueden sospechar nada. Incluso cuando el misterio es desvelado, ellas no se sienten del todo liberadas.

Y en el camino a sus casas continúan preguntándose a qué han jugado de verdad…

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