El mejor de los tipos


Querido Hugh,

Llevo mucho tiempo queriendo escribirte, pero no sé si es que no encontraba el momento o que nunca he llegado a atreverme. Creo que la primera vez que lo pensé tendría 14 años, con lo que podrás comprender mis recelos.

Siempre he deseado ser tú, y tu éxito es seguramente la cosa que más he envidiado en mi vida. No por el dinero o tu fama (que también) sino porque has logrado hacer lo que te gusta, y eso que a ti te gusta, es lo que nos gustaría hacer al resto de los mortales.

Durante muchos años he seguido tu trayectoria con mucho detalle, y tu mito no ha hecho sino crecer. Lejos de pensar (y suspirar) que te dieras algún día el gran batacazo, debes creerme cuando te digo que eres una de las poquísimas personas en este mundo al que desearía la más larga de las vidas y la más prolífica de las carreras. Porque eres el auténtico number one, el hombre al que deben y deberían amar todas las mujeres, el amigo de todas las estrellas, y con toda seguridad, la persona que de más chicas guapas se ha rodeado nunca. De hecho, aún sigo pensando en que tú y solo tú decides los cánones de la belleza femenina moderna y muchas de las tendencias de la cirugía.

Has hecho de tu vida el plan de marketing perfecto, y en su mix, la marca más poderosa. Tu producto es el más deseable, y todos estamos fidelizados. Da igual que tenga casi 60 años y tu debas estar por los ochentaytantos (¿me equivoco?) El tiempo a ti no te importa, no como a Disney (el bueno de Walt lleva frío varias décadas) u otros muchos que quisieron ser como tú (no Disney) muriendo en el intento mientras iban matando a sus marcas por el camino.

El otro día te ví en una entrevista que tiene ya cinco años. Estabas como siempre te recordamos, con albornoz, pipa y sonrisa de nunca dejar de pasártelo bien (¡serás c…..!) contando anécdotas, echando la vista atrás, haciendo todavía más marketing de lo que tienes y cómo lo has logrado. La entrevista se complementaba con imágenes (no comments) y hablabas y hablabas; de cómo has creado un símbolo de la cultura norteamericana moderna (en base a tamaños, volúmenes y proporciones, entiendo) de lo mal que lo pasaste en los ochenta durante Reagan (no puedo creerte) de cómo Internet redefinió tu negocio (bueno, se trataba de escanear ¿no?) y de la cuerda para rato que dices te queda (yo empezaría por tranquilizar mis hábitos un poco). Pero lo que más me llamó la atención, más allá de tus baños de multitudes, de tus apariciones estelares en las que casi no se te veía entre melenas rubias y anatomías perfectas, de tus sesiones de casting fotográfico en la mesa de tu salón y recién levantado…lo que de verdad me entusiasmó fue tu piscina. Una piscina con forma extraña, de agua cristalina, rodeada de bosque, donde parece que el sol nunca la abandona (¿también lo has comprado?) y donde siempre hay gente bañándose. Pero gente bellísima, desbordante, con vestuario mini y haciendo más válido que nunca el principio de Arquímedes y no sé si también la Ley de Boyle-Mariotte
Siglos y mujeres después.

Por tanto, debo reiterarte mi admiración, mis felicitaciones y mis mejores deseos, que no deben ser muy diferentes de los tuyos.

Yo sé que vivirás siempre, que siempre serás un objeto de culto y estudio y en mi tendrás a un incondicional. Para lo que sea, oye.

Afectuosamente,


Nota: Esa piscina ¿tiene salvavidas?

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