En crisis, nada mejor que chicanes...con los mejores neumáticos



Dice Botín, ese super-magnate por encima del bien, del mal, de las crisis, y de los malos gobiernos, que lo del Santander con Ferrari es la mejor operación de marketing de su banco, y no le falta razón. Seguramente es la mejor operación en la historia de la comunicación española, porque "nosotros" - incluso teniendo en cuenta a Telefónica - nunca hemos patrocinado marcas de este calibre.


Y más allá de ese co-branding de relumbrón, hay que destacar el tirón mediático del momento en que se produce, tras los dos añitos infernales de McLaren, el "silencio" más absoluto tras el paso por esa Renault de poco gancho y peores motores, y porqué no decirlo, por las no pocas salidas de tono de ese Fernando Alonso caprichoso, intocable, al que empezamos amando, continuamos compadeciéndole y terminamos deseándole que solo hablara a sus mecánicos.


Por ello, lo de la entrada en Ferrari tiene mucho de re-branding personal de ese chico al que siempre le hemos querido y profetizado un futuro "a lo Schumacher" pero que por "h o por b" se retrasaba eternamente. Y ahora que llega, que entra a bombo, platillo y tirón de opinión pública - hasta de la que de coches, bien poco - se aprovechan colateralmente Botín y los suyos, siempre listos, siempre atentos, siempre con la pasta más necesaria.

Y habrá quien discuta la oportunidad de patrocinar - aunque sea esto - en los tiempos que corren, y más tratándose de malditos bancos. Pero la visibilidad y empujón de marca es evidente, y si te la puedes pagar...crisis, what crisis?

Being in touch

El itouch ya es ese juguete que Apple quería para "sus niños", cansados ya de nanos por muy colorinchis que se les pusieran, y sin hacerle caso a esos ridículos shuffle, que para el jogging muy bien, pero es que los niños no corren...o por lo menos, no en chándal.


Y la jugada, que no sé si del todo estudiada así, permit
e al "manzanón" entrar en todos los segmentos con cacharros...y ese es el gran juego del marketing de dispositivos y gadgets; "generacionalizar" el consumo, crear las señas de identidad por "barrios" y a cada grupete, un trozo exclusivo de marca.


Desde hace años se intuía que las maquinitas serían de "tocar" porque lo eran las
consolas - aún con sus "lápices" - lo eran los cajeros electrónicos, y por ahí iban también los móviles. Y a dedos y velocidad para arrastrarlos, a los jóvenes de hoy no hay quién les gane. Compiten contra ellos mismos.


La gran prueba de que esto no es una moda pasajera, como no lo fue el ipod y tal vez no lo sea el ipad - si no se ponen más nerviosos - es esa contundente encuesta que sitúa el nivel de recomendación de usuarios en cotas cercanas al 90%, y si no más, es porque siempre hay algunos que si no inconformistas, por lo menos son de esos que no hablan, que de "pasar la bola", pasan.


Un día ya no muy lejano, todo lo de Internet será Google, y lo de fuera, Apple. Y en todas las edades.

Mañana sol, pero no necesariamente buen tiempo


¡Qué manía tenemos con las metáforas empresariales! Seguramente una prolongación directa de los métodos norteamericanos, esos que empiezan con una frase lapidaria, continúan con un cuento de Andersen y terminan repasando logros de inquilinos en la Casa Blanca.

Pero en España eso no funciona, salvo que te quedes en solo una frase, y bien traída y llevada. Un discurso se hace un plomo. Y una metodología, no solo resulta ridícula...sino que jamás se tomará en serio. Y este es el peligroso riesgo que debe correr el consultor empresarial, en la disciplina que sea.

Como clima laboral tiene la palabra clima, juguemos a meteorólogos. Que encontraremos sin duda paralelismos forzados para que no solo que bonito, sino para que la gente se lo grabe y le sirva en esos powerpoints de uso interno.

Seguramente management moderno. Seguramente humo con otro color.

Redverticalízate tan rápido como puedas


Se veía venir. En cuanto empujas a que la gente se agrupe, les das la oportunidad de ponerse fácilmente en contacto, y les ofreces "facilidades tecnológicas", descuida que te montaran "su" red social vertical. Sí, esa en la que bajo la excusa de la temática concreta, uno se convierte en editor-administrador-dueño de un pequeño mundo, que aunque a pocos interese, es tu espacio de poder mediático y tu impresión más subjetiva de que estás pasando a la historia.

Somos muchos, y lo suficientemente distintos y raros para que las comunidades online sean ese pozo inagotable de ideales que se mezclan en tribus, las tribus en sectas, y las sectas en ilusorios lobbies.

Y como la Red nos ha puesto dinamita en posaderas, corremos despavoridos para ser los primeros, para que nadie nos robe la idea. Porque de eso se trata, de supuesta velocidad creativa más que de reivindicación de causa, de inventar lo no inventado antes que de segmentación por intereses reales, de tenerlo antes que justificarlo.

Llegará el día que como en las primeras páginas de Google o como en el registro de dominios, ya no haya sitio, y le busquemos las mil y una vueltas a lo nuestro - esa gran idea - para que quepa y para que esté. Y esta obsesión actual porque sea diferente y única se transformará en irrefrenable enrarecimiento, de grupitos pequeños que hicieron clic, se apuntaron y olvidaron volver.

Vivimos esa carrera muy a lo "guiness-records" donde todo es susceptible de ser creado para mostrarnos originalísimos, convencidos de que siempre habrá interesados...cuando lo único cierto es que siempre habrá mucha gente.

¡¡¡¡Que vienen (nuevamente) l@s rus@s!!!!


Hubo un tiempo en que la marca URSS - que luego veíamos como CCCP - aparte de sus connotaciones aislacionistas, kgberas y katzachovistas, era vista como la marca de los deportes duros, de equipos fornidos y autoritarios, y cuanto más invernales e inaccesibles mejor. En todos los JJOO de invierno, casi todas las medallas, en hombres y mujeres, y las que no, para los países de al lado, medio-soviéticos ellos.

También el basket se les daba bien, motivados seguramente por esa rivalidad con los americanos cuando se bajaban ambos de sus peleas en las estrellas.
Y en general, salvo tal vez en fútbol, en todos aquellos juegos donde varios rusos se juntaran, y a nosotros se nos trasladaba la idea de que llevaban encerrados muchos años, con duros coroneles a modo de entrenadores-tutores...y que si perdían, pues a Siberia.

Sí, ese mito y su poder amenazador para con sus rivales duró lo que el telón de acero y la fragmentación explosiva de las repúblicas que vivieron su medio siglo apretadas con calzador. Los rusos, que ya eran rusos hasta de identidad corporativa, tuvieron un corto período en el que vivieron de esa "renta del pánico", esa que provocaba el que todavía se les viera como los hijos de los temidos soviéticos. Pero después todo se esfumó...

La marca Rusia es hoy sinónimo de muchas cosas, que van desde la mafia al glamour - en el sentido más ruso del término - desde el "pasarlas canutas" al pelotazo - o más bien, "pelotov" - desde la sensibilidad artística hasta la insensibilidad para con sus gentes, ahora independizadas.

Y en esa transición de vertiginosa velocidad, se crearon nuevos modelos, a veces contradictorios con la realidad de la calle, a veces excesivamente "occidentalizados" para lo que eran capaces de comprender. El ejemplo de los tenistas de élite, es una de esas muestras de que la marca ya no es sinónimo de comuna, sino de individualismo exacerbado, como en un capitalismo no del todo bien entendido, entre otras cosas, por las prisas en implantarlo.

Jugar al tenis en Rusia ya no es "americano", sino el petardazo que pega la olla a presión, el "ya que cambiamos, que sea a lo grande". Y cuando se ponen a ello, pocas veces fracasan, seguramente por lo único no condenable en el espíritu de los viejos soviéticos; su capacidad de sacrificio y sufrimiento.

Hoy hablamos del tenis, pero mañana apuesto a que de golf...

Mujer, que a ti te estoy apuntando


En un intento hiper-segmentador más, nos llegan esta vez los de Gender Club anunciándonos a bombo y platillo que nos van - les van - a descubrir los secretos de vender más y mejor a las mujeres, porque son distintas, porque sus cerebros no son masculinos - bien para ellas - y porque son las que se llevan el gato al agua, o sea, que compran, habitualmente y a lo bestia.

Nada nuevo que todas, todas, todas las marcas dirigidas al público femenino no sepan, estudien continuamente y apliquen en recetas publicitarias y propuestas de producto todos los días, con sus códigos, con sus estéticas, y lo que es más importante, con sus mundos.

Estos intentos de "extracción de petróleo" con tintes pseudo-científicos - diferencias culturales de género que lo llaman, ¡toma ya! - están ya más que vistos y leídos, y en los tiempos que corren, aún con el neuromarketing en boga, suenan a chiste, a contenidos forzados de conferencia, a empresas que intentan hacer negocio "revisando y re-postulando" una situación ya natural de mercado, donde las chicas con las chicas, y los chicos con los chicos.

Que lo entendemos, que lo aplicamos, que así compramos...

Thriller web en tus noches más shopping


Pues resulta que nos agobiamos, que nos tiemblan las manos, que tenemos sudores fríos y movemos nerviosamente la pierna derecha - la de siempre en estos casos -. Y la culpa la tiene una web que nos lo pone difícil comprar, que son esas de largos scrolls, carritos que "se cuelgan" y de mensajitos continuos de que algo está incompleto en el cuestionario de datos, que si eso no es válido, que si no has puesto bien el "captcha" y que si volver a empezar.

La explicación de CA, de científicas proporciones, no deja de ser un tecnicismo que pone de relieve lo que ya saben las marcas - con web y con venta en ella - y lo que sufrimos los compradores, que aparte de no saber a dónde van los numeritos de nuestra tarjeta, o si los que están "detrás" tendrán la seriedad y decencia suficiente como para enviarnos lo pedido, además nos toca lidiar con cosas que infartarían al mismo Jakob Nielsen.

Estrés web!!!...que buena denominación patológica, que perogrullo tan perogrullo, que buen discurso para iniciar una consultoría...y que termine en un proyecto e-commerce. Con otras palabras y rimbombantes, con la ciencia en el bolsillo, con la caradura del que se cree haber descubierto pulsiones desconocidas hasta ahora.

Bien, pues a no comprar nadie o que lo hagan automáticamente nuestros avatares paseantes, que no tienen neuronas, ni sudan, ni leen estudios.

Aunque te salga movida o aunque lo que saques no esté

Han pasado 20 añitos y sigue ahí, como el paradigma del diseño, de la magia. Eso que se cargó a los laboratorios oscuros y a los ácidos, a los líquidos y a las sorpresas post-reveladas. Eso de lo que todo el mundo habla sabiendo, y luego saberlo usar, nada de nada.


La marca que creo la categoría "retoque" y la elevamos a la cima del "efecto más especial". Eso que está ahí, invisible, y que ha cambiado la realidad que vemos o que queremos ver. En papel, en pantalla, y hasta en sueños - por los de las muchas horas usándolo y cuando en casa, caen redondos -.

La fórmula mágica de esa Ana Rosa Quintana de auto-portadas sin tener que recurrir a las técnicas milenarias de Nefertiti. El truco de las modelos que no nacieron pechugonas, de los Sarkozy "quítame-de-aquí-esa-lorza" de los Berlusconi cuando la cirugía no llega y por las marcas dejadas por arrojadizos duomos.

Los colores bonitos, los cuerpos esculturales, los paisajes que desacreditan los presagios del calentamiento global, y la publicidad más falseada.

Sí, Photoshop hizo todo eso, o por lo menos de todo eso le culpamos..

Arrímate, muchacho y no te me apartes, viejo


El cobranding cinematográfico de "estrellas" no es nuevo en Hollywood, pero lo que en la época dorada era un imperativo de gran estudio - salvo los actores y actrices en condiciones de "probar" y los pocos directores en condiciones de "elegir" - en eras más recientes es algo entre el marketing de box-office y el capricho de unos y otros.


La fórmula no sale siempre del todo bien, comercialmente hablando, sobre todo en esos casos en que la "unión temporal" de marcas responde al capricho de un actor - más que actriz - que decide "arriesgar" imagen para proyectar esas otras cosas que le sacan del estereotipo, del modelo, del "muñeco". Sea porque va a por el Oscar o porque su dinero le permite jugar hasta la peligrosa frontera del cine de autor.

Lo hemos visto en ese Brad Pitt de selectos proyectos que le afeen, de vez en cuando en George Clooney, que incluso le permiten saltar a la silla con letras impresas, en un Will Smith que a veces superhombre y a veces, supernegro, o ese Tom Cruise, que quiere interpretarlo todo, hasta los de los extras.

Hay otra categoría más "fiel" que es en la que se engloba gente como Johnny Deep, muy difícilmente inseparable de las fantasías de Tim Burton - salvo para piratas y gangsters - o más rotundamente, Leonardo DiCaprio con Martin Scorsese, donde la química es total porque los objetivos son el más perfecto win-win...tu me sacas de ser siempre niño, tú me sacas de ser el de Taxi Driver.

Y las marcas show-business entonces, como una sola, y vendiéndose bien, hasta en los tiempos en que los avatares de turno amenazan con llevarse hasta el último dólar que ha dejado la crisis.

Cartoncitos, papelitos...y sin olvidar las tijeras

Cuando las cosas se ponen feas y se adivinan bolsillos cerrados y amas de casa con ojos solo para las etiquetas de aquí lo más barato, somos presa de estampitas. Si ese vale-descuento, versión moderna de los cupones y cartillas, y que nos da igual si para algo que necesitamos y por si pudiéramos en algún momento necesitarlo. Y si se acumulan, se combinan y además no caducan, mejor, que hay siempre sitio en cajones cocineros o en esa neveras ya llenas de cosas imantadas.

El vale-descuento es la fórmula más burda y sin embargo eficaz del marketing más entregado, esa que no queda bien impartir y recibir en los masters salvo que te toque un caso de hipermercado - que siempre caen - esa que todos entendemos a la primera, nos hace ilusión coleccionar y siempre se nos pasan los plazos al grito desesperado ese de "ayyyy, dónde narices metería yo esos cuponesss".

Pero españoles, en estas que no estamos solos, y ni ganamos a oportunistas, somos de "arruinar a la banca" (entiéndase, marca apresurada o establecimiento nervioso) a pesar del más de medio "kilito" de vales emitidos en el año en que todo se empezó a poner muy, muy negro. En Europa, la venta ya descontada es parte de sus vidas, seguramente desde la posguerra, y en Francia, no entienden comprar sin llevarse papelitos con un "menos" y un porcentaje en letras muy gordas.

Y por Estados Unidos, para que andarse con chiquitas, y a cada producto o lo que se parezca a él, la rebaja automática, porque son de frigoríficos más grandes, porque tienen tablones "to-do´s" que además leen y a veces respetan, porque se lo han visto hacer a Homer Simpson a cada episodio. Y con estadística en ristre, y en la era inmediatamente post subprime, tocaron a 11 por cabeza...
Como en un bonito 11 meses 11 causas, pero dejando aparte Navidad, porque entonces que canjeé los suyos Santa Claus.

Cariño, he agrandado mis gadgets


El interesante artículo de Alvaro Rattinger en Merca2.0 sobre el más allá del Ipad - cuando supere ese duelo inicial con Kindle - plantea enfoques a los que la gente del branding no podemos permanecer indiferentes.


Cuando superemos esa discusión de si es un Itouch grande o un MacBook Air delgadito, que no es sino el análisis hardwariano de ese marketing superficial de que el soporte justo se llevará el gato al agua, empezaremos a darnos cuenta de las enormes posibilidades abiertas y que no son precisamente leer libros y revistas.

Steve Jobs ha colocado entre nosotros ese juguete de diseño, persiguiendo la creación de la categoría, esa que revoluciona la forma en que se presenten, se hagan y se cierren negocios.

Y ahora, que le sigan, algo que ya se ha convertido en una maldita costumbre.

Controla tu alma, que te la están mirando los polis


Cada catástrofe o "amago de" tiene su mercado instantáneo y por tanto su marketing. Algo que ya hemos visto en esa gripe "pandemoníaca" que nos hizo poco más que toser o estornudar tapándonos, y a la que se lanzaron sin piedad los "sustitutos de los cerdos" (entiéndase bien, que hablo de productos) y los de los higiénicos, que en el discurso del "hay que lavarse más" o "ni se te ocurra seguir dando así la mano" nos colocaron guantes, jabones, kleenex reconvertidos y mascarillas de diseño. Y de la a o la b quedan solo esos carteles a medio quitar, como cuando tras unas elecciones.

La quasi-catástrofe del Amsterdam-Detroit, reviviendo ese día que no podemos nunca olvidar, no solo han disparado las alertas de si se está haciendo bien solo quitando los zapatos a la gente o metiendo los champús en bolsitas transparentes, sino que han levantado la moral de esa languideciente industria de seguridad aeroportuaria, ya resignada a que nada ni nadie se le ocurriera meternos más miedo en el cuerpo.

Y entre escáneres desnudadores y microoondas a lo cámaras kirlian (si, esa propia de ghostbusters) vuelven a la carga para decirnos que cualquiera y en cualquier parte de su cuerpo, puede llevar eso que tira aviones, o como mínimo, que las compañías pierdan todos sus slots de salida, se haga el caos y uno se piense muy mucho si no era mejor en casita y por videoconferencia.

Pero lo bonito de la nueva situación de marketing, es que ya no vale cualquier producto, porque estamos cansados de stripteases en los que terminamos dejándonos olvidada las tarjeta de embarque en la cestita, el follón de sacar y encender laptops o netbooks y con lo que tarda windows en arrancar, y tampoco queremos ser irradiados por sorpresa, ahora que todo es cada vez más insoportablemente sano.

El marketing "seguro" más moderno es ese de productos invisibles, de "hacerte la foto" sin darte cuenta, de saber por tu aura, no si irás alguna vez al cielo, sino que hoy y con esta gente, este cielo no te toca.

Es que hay gente para dar y tomar, y se reducen al tamaño foto DNI


A estas alturas, hablar de lo enredados que nos tienen las redes ni es noticia, ni sorprende. Nadie se da por enredado, pero lo cierto es que, cuando puedes, enredas.


La gente dice hablar de oídas, asegura ni dedicarle siquiera un rato, y por supuesto, ni comparte, ni habla, ni pierde el tiempo. Y millones de gentes andan mintiéndose cuando creen adivinar en facebook algo que reduce su intelectualidad proyectada, porque suponen pueril su debilidad, salvo que el de enfrente empiece antes con lo de que está en linkedin - que qué bien funciona, oye - y la espiral conduce irremediablemente a airear los trapos más sucios y resulta sin piedad en ese "a redes tú y cien como tú, no me ganáis ni de suerte".


La historia de las fotitos y los amiguitos sin fin es la realidad social que nos toca vivir. Un círculo vicioso en el que vence el que más tiene, y se hacen, se compran o se inventan si es preciso. Pero que el casillero tenga tres dígitos al menos, pedazo de autista digital.

No vale ya echarle la culpa a esos norteamericanos que hacen webs a mascotas, y los niños crean variopintas sectas en la red. Nosotros, como ellos, pero más tarde y casi seguro que con menos edad, y si no, que alguien audite ya ese tuenti de innumerables chiquillos en su recién docena de años.

Sí, soy de facebook y de lo que me echen o se lleve, y las horitas de vuelo deben sumar no pocos días, esos de los que debería lamentarme cuando de viejo, eche la vista atrás y compare cuánto de pie, y cuánto sentado. Pero tendré amigos en todo el mundo, aunque ellos, ni lo sepan.

Pocotú, muchoyo






















A todos esos twitteros empedernidos,

encubiertos juglares modernos,

apasionados comunicadores last minute,

extraordinarios cronistas de la vida (también su vida)

sacrificados del tiempo a los que todo ya les puede parecer tarde,

conectados sin desconexión posible,

reporteros a la caza de enlaces,

retweeteadores hasta los límites de lo imposible, troceadores de la realidad y fragmentadores de todo, todo, todo lo que pasa y aunque no importe...


Para esos, pues esto...y seguro lo entienden.

E-books, Ipads y otras cositas más vagas




Décadas después, y tras innumerables intentos pdfilos (por pdf, eh!!) y multimedia (de esa que embebida, ni agarra Google, ni dan ganas de leer) parece que al fin lo que empezó siendo sci-fi editorial, tiene visos de haber comenzado a vislumbrar ese formato con el que dejaremos a los kioskeros vendiendo tabacos y bonobuses, y a los medios, o reciclándose con urgencia, o transformándose en otras cosas...esas otras cosas a las que todavía no les ha dado tiempo o no les han dado el dinero.

Sí, en esa batalla de soportes empeñados en que las páginas no deben pasarse sino moverse, y que la palabra bookmark ya nunca más será ese trocito de cartón o ese banderín con flequitos, todavía nos mostramos reacios a pensar en estanterías llenas de telarañas, pero amigos, el espacio y el tiempo todo lo pueden.

Los Amazon, los Sony, los Apple, los Microsoft, o los Adobe estarán condenados a entenderse cuando se aclare este nuevo y más moderno versus del beta-vhs, y sean tablets, kindles, iphones o el cacharro que se invente, todavía les quedará esa evangelización pendiente, sí esa que no puede basarse solo en apelar a lo vertiginoso del ritmo tecnológico - el viejo cuento del avanzado y el retrasado digital - sino en tratar de cambiar las costumbres más culturalmente asentadas.

Que se mueren las editoriales al uso...¿y a quién diablos le importa? De aquí en adelante, lo verdaderamente preocupante es que cambiaremos la forma de sentarnos, el lugar de donde nos viene la luz, y que para leer - o como lo llamen todos estos - siempre con login y un password.