El clic más golfo


Uno de los inventos más prodigiosos que ha dado la humanidad en el los últimos ¿20 años? es sin duda el correo electrónico. Y ahora usted podría rebatirme esto soltándome eso de las “células madre” pero no sé porqué me da que es algo de lo que ninguno de los dos sabemos.

El correo electrónico (o e-mail) ha conseguido varias cosas importantes hasta la fecha. Conectarnos mundialmente, hacerlo en tiempo real, y permitir mandarnos de todo. Digitalmente, claro.
También ha hecho que la gente sea por fin localizable – aunque muchos todavía no lo quieran – que adoptemos múltiples y extrañas personalidades – cada foro, un alias – y que pongamos a cada cual en su sitio – por su ortografía y por la longitud de sus mensajes -.
Sí, el e-mail es una buena cosa…pero ha dado alas a los más pillos, a los más escaqueados, y a los más golfos.
¿Qué como lo ha hecho? Le doy unos ejemplos:

Pestaña Reenviar
Hasta Outlook, escurrir el bulto exigía un encomiable ejercicio creativo de gestos y actitudes solo reservado a unos pocos, aquellos capaces de salirse de las reuniones en momentos claves de asignación de tareas o de coger o hacer llamadas inexistentes cuando su agudo oído era capaz de detectar las inconfundibles pisadas del jefe a buen ritmo. Los más atrevidos podían incluso hacer continuos cambios de tema durante ciertas conversaciones, no levantar la mirada de un informe durante minutos eternos, o la mejor de todas, negar su presencia en esa reunión de al menos veinte testigos.
O simplemente, podíamos no estar nunca (o casi nunca)
Ahora “Reenviar” es la solución a algunos de esos problemas, aunque no a todos.
- Que quieres que otros se den por enterados porque así el marrón queda parcialmente diluido, das a Reenviar.
- Que alguien se ha pasado de la raya en sus comentarios confidenciales acerca de un tercero, das a Reenviar (esta acción suele venir acompañada de un “uy, no quise dar a esa tecla, de verdad”…).
- Que se convoca una reunión y alguien está enfermo ese día, das a Reenviar y su coartada queda sin efecto.
- Que te llega un e-mail que no es para ti, pero te desvela algo de lo que no deberías haberte enterado, no das a Reenviar ni de suerte.
Campo CC
Antes teníamos que llamar y contar la misma historia varias veces. O convocar una reunión, pero muchas veces no había sala. O ponerse como un estúpido a hacer fotocopias de una nota memo, de un fax, o de un documento y esperar que no nos hubiéramos confundido en el número de copias, en perder páginas en el proceso de grapado o que no nos tocara ese catálogo que debía ser por lo menos A4´5 y que dejaba la mitad fuera. Total, la información, de aquella manera...
Ahora, la tecla CC (Copiar) nos permite:
- Pasar la bola indiscriminadamente y de una vez, con todos los nombres y apellidos
- Llenar los buzones de pdfs cargaditos de megas, incluso los de esos a quienes o no les importa o nunca serán capaces de verlos.
- Hacer lo que al “Reenviar” pero además con más ímpetu y autoría; “sí, soy yo el que te lo envía, para que te enteres”.

Instrucción Confirmación de Lectura
¿Cómo nos asegurábamos antes de que algo se había dicho o escrito? Algunos con grabadoras, otros con testigos, los más nos hacíamos una notita. Pero ninguna podía considerarse prueba aceptable en el hipotético caso del reparto de culpas.
Y ahora tenemos esa acción tan especialmente odiosa y terriblemente desconfiada que consiste en mandar un e-mail y que les salga el mensaje de que lo ven y lo leen. Felizmente, no es obligatorio confirmar (de hecho creo que no lo hace nadie). Pero ya le vale al programador que pensó este comando (seguramente alguien al que difícilmente correspondían)
Campo CCO
Pero la peor es esa que se oculta tras el CC, y que usamos para chivarnos, para probar que enviamos algo y con absoluta inmediatez…y sin que nadie más que el acusica y el cotilla se enteren.
Creo que no hemos reparado en el inmenso poder de esta utilidad. Es el poder absoluto sobre el secreto, la puñalada trapera más escondida, la venganza más consumada, la mecha de la dinamita más explosiva y seguramente, el origen de ramificaciones insospechadas. Cuando alguien nos ha hecho CCO nos ha condenado a algo y no lo sabemos, a no ser que un traidor o un bendito inepto lo destape.

Y es que antes las cartas se perfumaban y los crismas se compraban a Unicef, pero hoy, con cada mensaje, poco menos que pensamos en una demanda.

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