Cuestión de temperamento



Desde mis tiempos del colegio, siempre me ha atraído la psicología de andar por casa, esa que clasifica a las personas, los comportamientos, el cómo son y cómo podemos analizarlas nada más verlas u oírlas. Supongo que en esos tiempos mi motivación tenía más que ver con a quién arrimarme en los exámenes, con quien mezclarme en los recreos, o directamente, categorizar a las chicas, como si esto último me sirviera de algo.

Seguramente a la altura de 8º de E.G.B. - ¡qué antiguo suena! – me llamaron la atención unos apuntes que nos dieron impresos y que hablaban de los 4 tipos básicos de temperamento…según Hipócrates – sí, ese del juramento -. La clasificación, que ahora solo puedo rescatar en Wikipedia, era básicamente así:

Sanguíneas, las personas con un humor muy variable, cálidas y vivaces, comunicativas y receptivas por naturaleza, y muy extrovertidas. Sienten verdaderamente las alegrías y tristezas de otros como si fueran las suyas propias.

Melancólicas, son personas tristes y soñadoras, abnegadas, perfeccionistas y analíticas. Muy sensibles emocionalmente, con tendencia a ser introvertidas, aunque pueden actuar de forma extravertida. Dejan que la gente venga a ellas (no ellas a la gente). Terminan lo que comienzan, pero les es difícil empezar algo, por su excesivo análisis.

Coléricas, personas de voluntad fuerte y sentimientos impulsivos, rápidas, muy activas, prácticas, autosuficientes e independientes. Firmes y decididas en sus opiniones, son también extrovertidas (no tanto como los Sanguíneos) Son ambiciosas, actúan con objetivos que valoran previamente.

Flemáticas, son personas lentas y apáticas, a veces con mucha sangre fría, tranquilas, nunca pierden la compostura y dificilmente se enfadan. Tratan de no involucrarse demasiado en las actividades de los demás. Suelen ser apáticas y no buscan ser líderes; pero cuando lo son, pueden ser muy capaces.

Y además, estos temperamentos se pueden combinar entre sí – p.ej. Sanguíneo-Melancólico – y donde el primer término que se pone, es el que marca el carácter. Lo cual daba mucho juego, como en el Tarot de Marsella (porque es bien sabido que su vida nunca es la misma en cada sesión).

Cuando lo ví, parecía que todo lo que me rodeaba cobraba sentido y todos estaban en la tabla. Como un manual definitivo, lo hice mío ampliándolo con mis propias conclusiones, y durante un tiempo me hice psicólogo, interpretaba caracteres, daba consejos, me hacía querer…Porque a mis compañeros y compañeras les divertía esta especie de consultorio de patio de colegio, pero que hacía en medio de las clases, entre susurros, miradas vigilantes al profesor y cuartillas que se pasaban por debajo de la mesa.
Los listados, que empezaron siendo confidenciales, no muy tarde se hicieron públicos, y después de públicos, notorios, y tras ser notorios, se hicieron pósters.
Todos estaban tan encantados que tan pronto se me elegía el primero en los equipos de fútbol en el recreo – con lo difícil que eso era – como también podía acercarme a las chicas con un argumento intelectual, con un discurso que no me pusiera colorado. Lamentablemente, estas conversaciones con las chicas se limitaban al análisis de terceros y sus posibilidades con ellos. Pero la psicología ¿no se trata de eso?
Imposible recordar ahora cuando acabó todo esto, pero la huella que dejó en mí ha permanecido imborrable. Cada nueva clasificación, cada nuevo test, cada nueva historia de este estilo, se convierte en un dogma, y lo intento llevar a la vida que lleve en ese momento. Lo hice en la universidad y lo hice (hago) en mis diferentes trabajos, con cualquiera que sea mi compañero.
Porque todo tiene una explicación temperamental, y si no es así, merece la pena explicárselo uno de esta manera. Es cómodo, práctico y vendible. Como el marketing en estado puro.
¿Que qué soy yo? Curiosamente, no tengo ni la menor idea…

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