Esas artes gráficas


Alguien debió empezar todo esto y seguramente era matemático. Porque no es normal que nuestra vida esté repleta de gráficos que tratan de explicarlo todo.
Lo entiendo a los pies de la cama de un hospital – aunque solo lo he visto en los dibujos animados – en la Bolsa o para explicar un terremoto. Tiene cierto sentido (mediático) verlo escupido por un polígrafo, o dibujando las líneas del Metro, tal vez solo hasta que Google Earth se meta en los túneles. Y por supuesto, en los ministerios de economía y en las clases donde se explican parábolas e hipérbolas. Pero ahí y poco más.

Soy Géminis y tengo un precioso gráfico que me muestra mi ascendencia jupiteriana. Y juraría por lo más sagrado que todo lo que me ha pasado en la vida podría adoptar formas extrañas que terminaran en el teorema de Ruffini. Si se ve de esta forma, que a mí me resulta imposible por mi formación de Letras Puras.


En algún punto debe estar mi suerte

En la empresa es imposible recordar algo anterior a los gráficos. Antes se hacían a pulso, con escuadra y cartabón…y así quedaban. Asustaría indagar cuántas personas se han podido quedar en la calle por un gráfico en una sala de reuniones que por error, se le ha dado la vuelta, y dado la vuelta se lo llevó el de Recursos Humanos para su cita con el Comité de Empresa.

Y la informática no ha mejorado estas prácticas. Más bien diría que ha extendido el caos. Al principio porque lo que salía de Quatro Pro y Lotus 1 2 3 (cuando los fondos de pantalla azules) era el patrimonio de unos pocos, pero que dejaban a otros pocos que se los hicieran, y no tenían ni idea. Después y con Windows, dejábamos a nuestras hojas electrónicas que interpretaran nuestros números metidos sin fórmulas, y entre las curvas confusas de nuestros datos sin sentido y las limitaciones de solo-rectas y punto-a-punto de nuestras impresoras matriciales, obteníamos sin querer gráficos de barras cuando soñábamos de verdad con tartas. Y eso, lamentablemente, no terminaba de explicar nada.


Todavía puedo oirla...

Con Office, las cosas fueron diferentes. Las artes gráficas las podía hacer cualquiera, incluso sin tener algo de interés que decir. Yo he visto recepcionistas colocándose charts con sofisticadas estadísticas de llamadas entrantes y salientes, contables haciéndose pósters con el activo y el pasivo – fijo y circulante, oiga – y jefes de compras empapelando sus despachos con las variaciones import-export de los países del sudeste asiático, cuando en ese momento probablemente ni existían. O él no podía tener conciencia.

¿Y en el marketing? O se hacen gráficos o a ver cómo explicas qué haces ahí metido.
Tenemos mapas de posicionamiento, que son mis preferidos, porque siempre son multi-interpretables y podemos adecuar nuestras respuestas a las preguntas del que más mande en esa reunión.
También gráficos de presión publicitaria, que solemos copiar de algo que hemos visto en alguna web y se queda razonablemente bien ante la audiencia, aunque muchas veces haya que explicar antes qué es eso de la publicidad porque ni el más veterano recuerda esa palabra en los planes anteriores.
Y gráficos de ventas comparadas donde todo es muy bonito hasta que ese maldito listillo pone en evidencia que nos hemos confundido calculando porcentajes. Que siempre pasa.
Y tartas con cuotas de mercado, donde la tarta tiene demasiados trozos.
O esos gráficos inexplicables que son algo así como de barras, con polígonos que después se transforman en curvas, y terminan en una especie de elipse de distintos colores. Y en el proceso, olvidando siempre el detalle de explicarlo secuencialmente y atender puntualmente a las dudas instantáneas, se acaba por llenar de números, letras, tantos por ciento, sub-indices, incógnitas que dan varias vueltas al abecedario y si no, acuden a rescatar el griego…y no caben en la plantilla powerpoint, se desconfiguran, la gente resulta que se ha sentado demasiado lejos, no se han corrido las cortinas de la sala, el cañón desenfoca…y un tipo nervioso solo acierta a decir eso de “como puede observarse claramente…” o “a la vista de esto, sobran las explicaciones…”.

Porque en el marketing los gráficos ostentan el poder y es el símbolo inequívoco de que o se ha sido consultor – ya saben a qué flechas me refiero – o recientemente se ha terminado un máster. Y todo suma cuando se habla de status corporativo.


Estas son las flechas del consulting. Ya se acuerda ¿verdad?

Y si todavía no domina la técnica, no se preocupe ya que Internet es un pozo inagotable de plantillas. O revise bien su correo electrónico, porque no puede ser el único en el mundo al que no le hayan enviado una presentación que pudiera fusilar en un momento dado.
Da igual, preséntese con lo que sea pero que tenga color, volúmen y signos. Solo tenga cuidado de ponerlo al derecho, ya que es mucho suponer que su audiencia ni siquiera sepa leer. Porque algo pondrá en la portada ¿no?

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