Yo no me llamo René, ni conduzco un Aston Martin



Recientemente escribí para un cliente…
Los productos no son lujo en si mismos, las personas los convierten en su lujo.
Al lujo le ponemos marcas, y de las marcas destacamos el lujo de poseerlas.


Y me quedé más ancho que pancho. Yo, con la sana intención de hacer un bonito juego de palabras, parecía haber dado en el clavo. O para ese cliente, que lo usó y lo hizo suyo. Para siempre.

Seguramente no haya nadie más lejos de eso del lujo que yo mismo. Bueno, conozco a un buen montón de gente que está a la misma o mayor distancia, pero no llevan cuatro años oyéndolo por todas partes, lidiando con clientes que dicen ser “el lujo” o presentándose uno mismo como el gran especialista. Esto, reconózcanlo, es todo un mérito.

Si yo les contara lo qué es el lujo, no me creerían. Primero porque acabo de confesarles mi gran mentira. Segundo, porque no he visto a nadie capaz de usar solo palabras y no marcas para definirlo. Tercero, porque no tengo ni la más remota idea.

Hay un concepto flotante que parece asumirse sin rechistar, pero que no tiene que ver con un determinado color o una determinada estética. Es, no sé, un dogma estúpido y sectarista que basa su aparente fuerza en la tradición y construye su falsa historia en las personas que parecieron ser los máximos exponentes. Por ejemplo, si le dicen Cary Grant, usted lo asocia a elegancia…e imagina su vida plagada de sibaritismos, de objetos de lujo. Y si le mencionan a Catherine Deneuve, le viene el glamour a la cabeza, también la elegancia y la buena presencia, y la alta costura e Yves Saint-Laurent. A personajes así les rodeamos inconscientemente de un aura mítica y fantástica y definimos – bien, definen los que saben – patrones sobre los que construir un concepto intocable. Porque si lo tocas, los del lujo te satanizarán, o directamente te dirán que tú no sabes lo qué es el lujo. Advierten la trampa ¿no? Nadie puede describirlo y nadie puede discutirlo, una vez el listo de turno crea la tendencia.

¡Qué maravilloso trabajo de branding elitista! Nunca algo tan etéreo ha calado tan hondo, hasta el punto de que sea tan variable su interpretación – que el mundo es muy grande ¡oiga! – y sin embargo, tan universal su estupidez. Desde Malibú hasta el nuevo Moscú.

Y es que solo hay que tener algo de dinero para buscar como locos el lujo, dondequiera que se encuentre o nos asesoren. Está en Hermés, en Prada, en Riva, o en el Lago Como. Donde digan los aristocráticos gurús de mentes añorantes de belle époque y cuerpos entregados a la dolce vita.
Pero el dinero solo le servirá para comprarlo, pero no para poseerlo. Porque ya se encargarán de decirle que usted no ha nacido con ese instinto de clase, con esa innata elegancia, con ese divino don. Será un nuevo rico de lujo rápido y glamour instantáneo, pero efímero.

Un buen amigo me supo distinguir los dos tipos de lujo; el latino, de puertas hacia fuera, de testa rossa a las puertas del casino de Montecarlo y Ferreti en pantalanes de Portofino; y el anglosajón, de todo queda en casa, de mansiones palaciegas y antigüedades ancestrales acompañando su lectura de biblioteca y chimenea.
¿Con cuál se queda? Le ayudaré. Solo tiene que pensar por un momento en si le va la marcha o tener a su perro tumbado a sus pies.

Geles y microfibras


En esta carrera imparable hacia el “tócalo todo”, se nos ha sumado Microsoft. Cuando los Ipod ya se han convertido en IPhone, y más explícitamente, en ITouch – que esto ya si que es tocar – se nos anuncia a un año vista la aparición de ese Windows 7 que promete cargarse a Vista. Qué frase tan profética.
Y seguramente se trate de un nuevo récord en velocidad endogámica de canibalización – perdón, me había olvidado de Windows Me, que también lo tuve – pero es que los de la manzana aprietan que se las pelan…y donde no les puede dejar entrar – ni pensar – es en el territorio comanche de Windows; los sistemas operativos populares.

Desconozco a estas alturas si lo que se planea en el 2009 es algo similar al follón armado en el 94, cuando la música de los Rolling acompañaba ese nuevo invento que se vino a llamar Windows 95.
Yo la verdad es que les noto algo callados, como que no son como antes, que probablemente estén cansados de saraos multimillonarios. Desde hace años, los Gates Boys prefieren no hacer ese ruido mediático-infernal que nos hacía pensar a todos los usuarios que al mundo le quedaban dos días, y que la migración inmediata era impepinable. Como reproducir el efecto 2000 a cada nuevo SO (Sistema Operativo). Dentro de poco lo harán incluso con cada nuevo SP (Service Pack)…qué digo, a cada nuevo parche.

Yo creo que la culpa de su prudencia actual responde a las bofetadas dadas por la extraordinaria evolución de Internet - que desvió su atención y cambió para siempre el escritorio y la memoria caché – más tortazos recibidos por las pdas – y tuvieron que hacer un Windows canijo – y finalmente, los grandes zurriagazos propinados por las músicas móviles, porque empezaron a perder la batalla contra el mp3…y la seguirán perdiendo contra los mp…x o lo que quiera hacer ITunes con ellos...

Microsoft, que siempre ha querido acapararlo todo, ha tenido que reinventarse continuamente y a la fuerza, y ya sabemos que eso solo es posible oteando y fusilando. Sí, porque así hicieron con los Windows desde que son de colores, con los software ofimáticos que tanto deben a WordPerfect y compañía, con los navegadores hasta que Netscape se hizo o le hicieron el harakiri…con los juegos – Xbox – con los software temáticos – p.ej. Encarta – y etc..etc…
Pero la fuerza – y la suerte – les acompaña, y pase lo que pase, les multen con lo que les multen, les hackeen lo que les hackeen, siempre saldrán adelante.

Hoy Windows 7 - ¿por qué 7? – y hasta donde nos han mostrado, es el ITouch en grande pero donde encontraremos a nuestros viejos amigos de siempre; los Word, los Explorer, los Windows Media Player y las papeleras de reciclaje. Y todos ellos en una especie de orgía Multi-Touch, que nos obligará al toqueteo, a arrastrar los dátiles a resoluciones 800 x 600, a estirar las cosas de pulgada en pulgada (por pulgares, me refiero). Y todo quedará asqueroso y perdidito.

Sí. Nos encaminamos a la era donde lo wifi y lo bluetooth ya no es suficiente. Una especie de período que mezclará la tecnología de cajero automático y la de Minority Report.
Una era donde los más avispados sabrán ver que el negocio no es ya de programadores, sino de fabricantes de líquidos y toallitas limpiadoras, y también de protectores plásticos de pantallas.
Porque siendo lo que somos y metiéndonos donde nos metemos, lo de menos será si los iconos se desplazan sin saltitos o las imágenes se giran, contorsionan o hipervinculan.
El problema será ser capaces de verlas entre la mugre.

Cotillas de armas tomar



Espiamos a la competencia directa,
y directamente a toda la demás.
Espiamos a nuestros queridos clientes,
y a los que creemos nos tendrían que comprar.

Espiamos a nuestros proveedores
y a toda la gente en el canal.
Por si los precios, por si los márgenes,
o por si algo se pudiera hacer mal.

Espiamos a nuestros colaboradores
y a los que con nosotros podrían colaborar.
Para ver si de verdad ayudan,
o en qué momento nos podrían plantar.
...Y también a los que se alían con otros,
por si nos la pudieran armar.

Espiamos sus números, sus productos,
sus prácticas y sus intenciones.
Sus palabras, sus datos técnicos,
sus catálogos, y sus presentaciones.
Sus webs, sus stands y su tienda.
Sus balances y su situación con Hacienda.

Espiamos sus historias, sus cuentos,
y sus extraordinarios delirios de grandeza.
Sus noticias, sus sueldos, sus trampas
y sus inevitables signos de torpeza.

Espiamos a sus ejecutivos
cuando su lengua se tensa.
A sus directivos que no callan
en las conferencias de prensa.
A sus despedidos recientes
que airean miles de intimidades
A sus amigos, nuestros submarinos,
comisionando sus infidelidades.

En las pizarras mal borradas,
En los papeles sin eliminar,
En las pantallas no apagadas,
En las Excel sin minimizar.

En las grandes ocasiones,
mientras el sushi y champán,
y en esas que son pequeñas,
cuando toca ya el pacharán.

Con nuestras enormes orejas,
con nuestros ojos de lince,
con nuestras boquitas chicas,
con nuestra nariz de husmear.

Todos los chascarrillos.
Todos los macutazos.
Todos los globos sonda.
Y algún que otro dato real.



Los minutos de la miseria


Cuando un equipo de fútbol gana por 4-0, el tramo final del partido se hace eterno. Los locales se han cansado de atacar por el simple hecho de atacar, y los visitantes, humillados, se preguntan que para qué. Todo se convierte entonces en un absurdo.

Hay muchos momentos en la vida donde tras venderse todo el pescado, lo que viene después es simple y llanamente paja. Es ese período cansino de oídos sordos y palabras reiterativas.

Hoy he vivido uno más de esos que se deberían haber resuelto exactamente en el minuto 17, que ya había goleada, perdonar un resultado mayor y evitar las lesiones de última hora. Porque cuando uno ya ha dado mil y una vueltas a lo que tiene que decir, la gente ya ha echado todas las cabezaditas pertinentes, y los objetivos están teóricamente claros y meridianos – no para el de la siesta prolongada y clandestina – cualquier intento de ir más allá es del todo ridículo. Nadie está por la labor, y todos solo esperan a las copas.

Solo hay una cosa peor que la insistencia en lo que no puede dar más de sí; creerse uno mismo que las aproximaciones tardías – la del de la siesta, por ejemplo – son un síntoma inconfundible de que la cosa no ha acabado aún y que merece la pena repetirse.

Todos lo hemos visto en los estertores de las fiestas de mucho vino y poco canapé, donde los efectos secundarios son más que evidentes. La gente ríe nerviosamente, las manos dan palmaditas amistosas en las espaldas, y los brazos agarran a los brazos, a las cinturas, a los hombros. A los de cualquiera.

En ese ambiente desinhibido y tan peligrosamente próximo al descontrol, donde surgen las reflexiones antes soterradas y las críticas que ahora se creen inofensivas, hay gente que tomándose todo esto en serio, todavía confía en la trascendencia de su discurso. Ese que se quedó a las puertas de la terraza del ji-ji-ji o tal vez en la oscuridad de la sala de proyección. E insisten echando mano de números, planes, cosas que ya hemos sufrido, y que a pesar de haber bajado la guardia – nosotros, en nuestra intoxicación – no podemos volver a sufrir.

En los minutos de la miseria, lo mejor es pedir la hora. Y que nos hagan caso.

Campos magnéticos imposibles


Cuando un desconocido te regala flores…venga, como sigue, no se me haga el remolón…eso es ¡Impulso¡

Esta frase publicitaria de un spot de televisión de hace ya trotecientos años trataba de vender desodorante – de la marca Impulso…¡bravo por ese copy que no deja espacio a la imaginación! - de la única manera que parece ser que un desodorante puede intentar venderse en 20 segundos en 625 líneas de antes que ahora son 1080 p ; por el aroma que no podemos oler (hasta donde la tecnología actual nos permite). Antes lo intentó Rexona – que no te abandona - – de extraordinario recuerdo, por sus playas paradisíacas ¡y un jamón! – los Sanex – que por lo menos vendían algo que da igual que no podamos olerlo en un intermedio peliculero – y más recientemente, Axe, el gran monopolizador del maravilloso poder del sobaco como reclamo sexual. Y puestos a tenérnoslo que creer ¿es que no es mejor pensar en que uno puede comprar aromas que pueden hacer gran parte del farragoso trabajo de la seducción? Y no se llama Spanish Fly (esto va por los que dicen más arriba no acordarse de Impulso)



Es curioso, pero no lo recordaba así


Toda esta explicación, para la galería…porque yo en realidad venía a hablar de impulsos y no de axilas que volverían loco de atar a Grenouille.

Como muchas otras cosas en marketing en particular y en el comportamiento humano en general, no me lo creo. Eso de que en momentos dados sentimos tal irrefrenable empujón celular que nos hace perder el sentido por un producto – o por algo o alguien – y no solo desearlo, sino hacernos con él sin más, es una extraordinaria leyenda que no tiene nada que ver con el cómo tenemos colocadas las neuronas y cómo reaccionamos ante los mensajes. Y no me vale eso de que tenemos instantes de debilidad o que los productos se colocan estratégicamente en las tiendas para que no te haga falta ni pensar si debes llevártelos. Somos tontos, pero ¡taaaanto!

Lo que nos ocurre es que la racionalidad de nuestros actos tiene velocidades variables, y hay ocasiones en que el acelerón es de tal magnitud, que de pensarlo a comprarlo se nos crea la ilusión del impulso. Que digo impulso, del medio-hurto.

Los publicitarios de pro han inventado un discursito en el cual se nos dice que hemos aprendido a negar nuestros impulsos y a verlo todo desde la óptica más funcional – o sea, para qué me sirve y ¿puedo pagarlo? – y que en este mundo en que parece que hasta nos pensamos la rentabilidad de la inversión en una pila alcalina debemos aprender a escuchar a nuestros impulsos – dondequiera que los tenga cada uno - y actuar sobre ellos. Porque el impulso es autenticidad – cursilada de tomo y lomo – y hace a la gente más libre.

Pero no nos confundamos. Que deseamos cosas, claro que sí. Que no siempre los procesos de búsqueda y elección de esas u otras cosas responden a los mismos patrones, bueno pues…puedo admitirlo hasta cierto punto. Que tenemos emociones y que las compras pueden a veces parecernos emocionantes, vale, si bien debo tener un extraño sentido de la emoción. Pero que somos irracionales, apasionados, rebeldes y hasta rematadamente estúpidos por conseguir algo, esto…debe serlo ese publicitario y su querida familia, a la que ya me estoy imaginando un sábado por la tarde derramando sentidas lágrimas en un centro comercial.

Sí, todos tenemos nuestros propios esquemas y hasta nuestras preferencias de compra. A mí me gustan los gadgets, los fascículos coleccionables y las películas clásicas en DVD, pero hasta yo le encuentro un sentido inversor a lo que otros lo llamarían locura consumista. Mis razones no les importan, pero les juro que las tengo y son importantes. Mi problema es una cierta dificultad para la sustitución de elementos y mi irracionalidad tiene que ver más con mi escasa memoria a corto plazo. Esa que me hace olvidar porqué hago lo que hago y porqué empezaba a contarles una preciosa historia de desodorantes…

Gooooooooooooooooooogling



Si alguien algún día le pide un ejemplo de marca perfecta, no dude en contestar “Google”, aunque eso inevitablemente le suponga pensar que no ha sido muy original en su respuesta. Pero es que no la hay mejor.

Y no es por sus casi 70.000 millones de dólares de valor – la primera del mundo – ni porque tenga casi 300 millones de búsquedas diarias – que me lo acabo de inventar -. Todo eso está muy bien, pero son las consecuencias. Google es perfecta porque encaja milimétricamente con lo que todos tenemos en la cabeza que debe ser una marca. Incluso los que de marcas no entienden (técnicamente).

Google es una bonita historia de amor emprendedor de dos amigos que querían hacerse ricos a la nueva usanza, en Internet. Y les salió bien, y nos dio una envidia horrorosa. Pero lejos de odiarles, hasta les queremos – bueno, dejémoslo en que les admiramos mucho - porque han confirmado la creencia colectiva y que considerábamos mítica de que la gente ingeniosa puede llegar a ganar mucho dinero. Y no solo los de los pelotazos o los engañabobos. La diferencia y lo que les hace especiales, es que ellos son ya en nuestras mentes “los millonarios de Internet”.

Google ha sabido capitalizar la esencia misma de Internet, con el concepto más básico de Internet: buscar. En sus comienzos, no lo pasó bien, porque los Yahoo, los Altavista, los Lycos o los Excite copaban las páginas de inicio de nuestros navegadores, aprovechándose de nuestra incultura e inoperancia para empezar a movernos en el nuevo medio. Pero salvo Yahoo, no se entendió bien que no se trataba solo de crear una herramienta informática potente, sino de ponerse en el lugar del buscador (el que busca) y adelantarse al siguiente movimiento de este (la búsqueda relacionada o la búsqueda ampliada). Algo parecido a lo que hizo Amazon y bien con su tienda de libros, que acabó siendo de todo y de todos. Hoy Google se ha quedado prácticamente solo haciendo lo que todos creemos que es y para lo que debe servir Internet; encontrar cosas rápida y cómodamente. Y de repente, la palabra encontrar se llama googlear.

Google nació para crecer y reproducirse, pero no a base de crear un maremagnum de servicios en Internet. No ha querido ser una tienda ni una página solo para adultos (los otros dos grandes negocios y destinos en la Red) sino la cosa que lleva a la otra y eso puede ser con palabras, con mapas, con fotos o con vídeos. Porque el vocablo “encontrar” es tan amplio y a la vez tan preciso que permite echarte a las espaldas todo lo que te permita crear la sensación de “buscar” y además “entregar lo que se busca”. Y eso, ya es toda una nueva cultura.

Google es el sitio que nos lleva a las cosas gratis, a las soluciones de emergencia, a los descubrimientos más sorprendentes, a nuestros recuerdos más queridos, a encontrar a los olvidados, a darnos nuevas ideas, a aprender otros idiomas, o a jugar a ver quién es más famoso – buscándose uno mismo, solo o en compañía de otros -.

A Google le da igual que la web vaya ahora de blogs y redes sociales, porque las buscará y encontrará. Que sea casi como la tele, porque tendrá el YouTube que corresponda. Que todo sea más rápido, más potente y más grande, porque se estirará automáticamente. Si es que no lo estira antes.

Y finalmente, Google es el paradigma de la resistencia y del combate a los mandamases – o sea Microsoft, y más ahora con sus intentos de hincar los dientes a Yahoo – cuando la paradoja es que el único y gran monopolio es Google mismo.
Pero nos da igual, porque como las marcas más listas, ha sabido abducirnos y convencernos después de que los malos son siempre ellos.

Está en los escritos


Leyes inmutables. Claves desveladas. Estrategias de éxito. Pecados capitales. Pés de marketing mix. Check lists. DAFOS (o SWOTS). Matrices. Planes y guías definitivas. Hojas de ruta.

Cientos de intentos por crear las nuevas tablas de Moisés (porque aquellas, lamentablemente se rompieron) y resulta que solo había que interpretarlas con otra clase de fe.

1. El branding es el centro de todo
2. No puedes llamar marca a cualquier cosa
3. Respetarás siempre la secuencia de la creación de marca
4. Debes honrar la historia de tu marca
5. No destruirás nunca tu plan de branding, una vez en marcha
6. Si tu marca se casa con un concepto, no puede traicionarlo
7. Puedes robar las ideas de otros, pero nunca tendrás sus marcas
8. No prometerás nada que tu marca no pueda cumplir
9. Responderás siempre a los intentos de atacar a tu marca
10. En las mentes, cada marca tiene su sitio…hasta la tuya

Estos 10 mandamientos se encierran en uno solo, pero largo: o te lo crees tú, o como querrás hacérselo creer a alguien.

Lo bueno de esto es que si usted se dedica a lo que yo, y ha recibido una educación similar a la mía, le bastará con salir a la calle (su mercado o la oficina de su cliente) y acordarse de sus días de catecismos (ahora en mayo, el ambiente le es propicio)

Cúmplalas, y su conciencia más branding vivirá tranquila...




Mujeres completísimas


Liberal. Inquieta. Urbana. Sana. Provocativa. Atrevida. Pícara. Coqueta. A la moda. Preparada. Sofisticada. Natural. Femenina. Independiente. Comprometida. Rebelde. Amante. Realizada. Extrovertida. Consciente. Perfeccionista. Medioambiental. Elegante. Dominante. Analítica. Reflexiva. Coherente. Perspicaz. Universal. Ambiciosa. Trabajadora. Cumplidora. Competente. Detallista. Brillante. Comprensiva. Solidaria. Conocedora. Seductora. Contestataria. Resolutiva. Imaginativa. Ingeniosa. Innovadora. Sin tapujos. Como es. Muchas mujeres a la vez.

Esta es la lista de adjetivos más utilizada en el mundo del marketing para referirse a la mujer, y la lista que usted debe tener siempre a su lado para:

1. Hacer una presentación en la que comience definiendo el perfil de la mujer de hoy.
2. Concebir su propio briefing para tratar de crear un anuncio.
3. Elaborar un primer borrador de investigación cualitativa de mercado.
4. Crear un test, que luego pueda vender a Cosmopolitan (o usar en una web).
5. Generar su propio argumentario antes de lanzarse a entablar nuevas relaciones personales.
6. Tratar de encontrar las palabras justas para renovar afectos maltrechos.
7. Definirse de una vez (siendo mujer).

Y unos consejos…

- Seleccione solo algunos, ya que todos a la vez hace el tema increíble (especialmente en 5, 6 y 7)
- Busque los opuestos y los matices (rebelde pero no revolucionaria, natural pero sofisticada) y las posibilidades de discurso se multiplicarán exponencialmente, a la par que aparentará una mayor profundidad de análisis.
- Asocie imágenes, músicas, objetos, metáforas, voces en off…Diga que esa mujer es para esa marca (en la que esté metido). Y ese powerpoint o flash que tiene entre manos le convertirá en el gran experto.
- Úselo muchas veces (cada vez que tenga ocasión) pero asegúrese de no repetir adjetivos o que los destinatarios no tengan memoria.

Tal vez no sea la lista definitiva, pero sí es lo bastante exhaustiva como para darle juego. O para desenmascarar al próximo que le venga con el cuento de explicarle cómo es en realidad la mujer de hoy. Para que se entere.

De colores todo el mundo entiende


¡La de gente que hay que entiende de marketing! Y de diseño gráfico, y de webs, y de todo lo que reúna las cuatro características siguientes:

1. Que sea divertido
2. Que parezca una decisión sin demasiado riesgo
3. Que dé la impresión de que lo hace cualquiera (pero nadie como uno mismo)
4. Que despierte el espíritu creativo

Pero curiosamente, los que más saben no se dedican a ello, y prefieren ser orientadores o auditores. Porque lo de en medio, eso…pues es para otros, que para eso son profesionales del tema.

La culpa de esta situación es solo de los de en medio. Demasiados años quitándose importancia, o tal vez dándose excesiva. Demasiados esfuerzos explicando que el marketing, la web o el logotipo son cosas sencillas de definir con las ideas claras, y les robaron las ideas. Demasiada gente metiendo neuronas, pero era la mano lo que metían. Demasiados discursos sobre su importancia vital, sin darse cuenta que cuando la vida va en ello, ellos deciden vivirla por sí mismos.
Se ha intentado con palabras estrambóticas, con técnicas a la moda, con presupuestos altísimos…pero todo eso no ha servido de nada. Porque hay muchos, porque dicen saber de todo y porque se han pasado de frenada.

Los de en medio ya no son creativos, sino mandados, ni visionarios, sino conseguidores.
Consigue diferencias, cuando yo sigo en las mismas. Consigue sorprenderme, cuando yo ya lo he visto todo. Consigue más valor, pero tengo menos dinero. Consigue demostrarme que eres mejor que yo, si yo me pusiera…

Y es que siempre hay alguien encima que ha leído más, ha visto más, ha navegado más, entiende su mercado mejor, dice estar más preparado y tiene infinitamente más poder. Y los de en medio, con las mismas lecciones y a estas alturas. Con lo que los otros lo odian…

No hay salvación para los de en medio porque es ahí donde les han cercado y ellos han decidido quedarse. Publicitarios, consultores, ejecutivos de cuentas, hachetemeleros y diseñadores. Es lo que son y así les llaman. Y aunque resignados, les es más cómodo ahora, pero terminará por desintegrarles.

Ocurrencias, dibujitos y palabras bonitas. Tan fácil como eso.

En sus camisas de fuerza


Leo con sorpresa que existe una enorme clasificación de trastornos mentales, y esto me hace sospechar que es dificilísimo escapar a alguno de ellos - especialmente porque el 99 se llama Trastorno mental sin especificación -. Piénselo, es una cuestión estadística.
No pretendo frivolizar con esto, pero no puedo evitar pensar en que todos, de alguna manera, estamos expuestos a caer o estamos a las puertas. Un nuevo estímulo en la mala dirección – que es el empujón en la buena – y ¡ya está!.

Lo más probable es que atravesemos por episodios esporádicos, casi sin darnos cuenta, y solo nos percatemos cuando leemos un poco sobre el tema. Voy a resumir esas que conocemos todos – yo no soy psiquiatra, lo siento – y trataré de demostrarle que la locura se encuentra ya entre nosotros, especialmente en el mundo del marketing…
Estrés
Esta ya sabe cuál es, y se sabe en ella. Se suele producir en el momento en que nos tenemos que enfrentar a algo o a alguien. Los síntomas más claros son la ansiedad y la tensión, la preocupación incontrolable, irritación, distracción, y dificultad en aprender cosas nuevas.
Ej: Tiene una reunión con un cliente, y lo sabe desde hace 25 días. Sin embargo, durante 24 días ha confiado en que siempre le quedara 1 día para prepararla, porque en realidad, es el tiempo – de usted – que él se merece -. Pero por sorpresa, se la adelantan a hoy, y solo le queda media hora, el tiempo justo de coger su coche, llamar por el camino – porque va a llegar tarde – y buscar una maldita excusa que explique porqué aparece de manos vacías o hablando de temas que tienen poco que ver con lo que se le ha convocado.
Neurosis
¿Cuántas veces le han dicho que usted es un poco neurótico? En realidad lo que le dicen es que tiene miedo o manía a algo y por eso se niega a hacerlo. Es algo parecido al estrés, pero notándosele – o incluso confesando abiertamente - lo que quiere evitar. Ansiedad, falta de acoplamiento, fobias, o impulsos descontrolados son algunos de los síntomas. En los casos más extremos, podría derivar en manía persecutoria.
Ej: En esa misma reunión de la que hablábamos arriba, es la típica situación en la que se decide no asistir porque entre los asistentes está alguien que le va a hacer esas preguntas que no va a saber responder, y que siempre las hace él y a usted. Y usted, que sepa, nunca le ha hecho nada como para justificar este maltrato. Y si asiste obligado por las circunstancias, procurará no mirarle, aunque eso requiera de estrafalarios giros de cuello – sorteando su situación en primera fila – o hacer oídos sordos a sus intervenciones.
Hipocondría
Usted ha faltado al trabajo como antes lo hizo al colegio. Al principio fingiendo una enfermedad…pero haciendo creer a su mente que de verdad estaba enfermo. Entonces, el cuerpo obedeció las órdenes. Esto, una vez, pasa…y no pasa nada. Pero si insiste, usted tiene todas las papeletas para ser un hipocondríaco, y cada vez que tenga pánico o pereza, echara esta sensación al cajón de las dolencias inventadas, esa que no sale de su cabeza. Que insiste todavía más – porque la cosa cuela – pues que sepa que padecerá de desórdenes ficticios, y esto aparte de sonar mas serio, puede convertirle en drogodependiente.
Ej: Usted no va a ir a esa reunión, como no lo ha hecho a las 6 anteriores a pesar de estar convocado. De hecho, piensa que es mejor no salir de su casa - ¿para qué? -. Y ellos deben pensar que le queda poco de vida.
Manía
Una consecuencia de la neurosis, y que se advierte en cambios de ánimo brutales, pasándose de la alegría al llanto, o de la actividad al pasotismo con extraordinaria facilidad. Los maniáticos - ¡qué expresión tan usada! – suelen ser hiperactivos durante un tiempo, dormir poco, parecer que nada va a poder con ellos…hasta que llega el bajón, y…adiós. Pero hay una forma intermedia, que aunque se llama hipomanía – y no le suena de nada – sus síntomas le serán terriblemente familiares; la creatividad y la productividad momentánea. Y eso está bien. Se siente importante y tira del carro, pero lamentablemente, y si se prolonga más de lo normal, puede llevarle a una psicósis por la cual mezclará realidad y ficción, el sano juicio y la alucinación más sorprendente. Si se quedara en usted mismo, no pasaría gran cosa. El problema es que tendrá la sensación de que los demás no le comprenden, van más lento, y eso, al principio le irrita, pero después, le dan ganas de pegar a todos.
Ej. Usted sufre un ataque in-extremis de clarividencia, y trata por todos los medios de cambiar las 150 diapositivas powerpoint a 1 hora del encuentro con su cliente. Se ha convencido de que todo lo anterior no vale, que lo que piensa ahora es lo que vende, y mira a todos los demás con furia encendida – por no verlo antes – mientras ellos simplemente y al unísono, aplastan sus dedos índices retorciéndolos en una de sus sienes.
Narcisismo
La persona con este tipo de personalidad tiene una incontrolable necesidad de sentirse importante, exitosa y admirada por todo el mundo. Son únicos – eso creen – y claros merecedores de favores especiales – eso demandan -. Pasan de los demás, aunque solo les tienen en cuenta para tenerles celos por alguna cosa que ellos consideran importante.
Ej: A la reunión va a ir vestido de etiqueta y no va a permitir preguntas. Y por supuesto, los que vayan con usted solo se limitarán a pasar las diapositivas en el portátil. De todo ello, espera aplausos.
Demencia
Si es usted medianamente joven, casi con toda seguridad no será un demente, aunque se lo puedan llamar en discusiones que terminan en duelo de insultos. Porque la demencia es mayoritariamente senil, como el Alzheimer. Pero puede tener ciertos síntomas que debe vigilarse de aquí al futuro. Puede que ya esté experimentando esas pérdidas de memoria…a pesar de DeMemory.
Ej: En el camino a la reunión, se pierde. Intenta poner el navegador pero resulta que ha olvidado la nota donde tenía apuntada la dirección. Va a llamar a la oficina, pero no encuentra el móvil. Decide volver a la oficina, pero no puede recordar donde trabaja.
Y hay bastantes más, no se crean. La paranoia, la esquizofrenia, el delirio, la depresión, desórdenes somáticos, fobias de todo tipo, mezclas de lo anterior, enfermedades sociales o las propias del ambiente laboral, especialmente tras las vacaciones o durante períodos excesivamente largos de vacas flacas.

Ya lo sabe, los locos nos rodean y son muchos más de los que nos habían contado. Pero no se apure, todos hablamos un lenguaje parecido…

Las vidas paralelas


Le propongo jugar a las películas. No, no se trata de que adivine títulos, entre otras cosas porque no podrá contestarme – esto no es el Messenger – y con toda seguridad, le ganaría. Salvo que se tratara de mi padre y su extraordinaria colección de actores secundarios

Este juego es diferente, y tiene más que ver con los de rol. Exige por su parte un mínimo de concentración y ser honesto consigo mismo. Comenzamos…

Un yanqui en la corte del Rey Arturo
Como sabrá, se trata de un americano de la época actual que aparece en la época medieval. Simplificando un poco la trama, de lo que trata es que él sabe las cosas que van a ocurrir en el futuro - viene de él - y es capaz de desarrollar algunas de ellas, es decir, inventarlas.
El ejercicio consiste en que usted se sitúe en su empresa como un visionario, y dé la impresión de que sabe lo que va a ocurrir. No solo eso, sino que simule sus consecuencias y si le es posible, invente cosas.
Si se atreve a hacerlo, verá que la gente o le mira raro o ni siquiera le mira, pero eso es porque no están preparados, como los cortesanos de la era de Las Cruzadas.
Estoy seriamente interesado en su experimento, con lo que le ruego encarecidamente que me escriba los detalles a la mayor brevedad. Prometo publicarlos.

Regreso al futuro

Le hablo de la primera entrega y le refresco la memoria. Un adolescente acompañado de un loco inventor, viaja a un pasado no muy lejano en un super-coche. En ese tiempo conoce a sus padres y el mundo que rodea a estos. El problema es que él, siendo su hijo, no puede “tocar” nada de lo que está ocurriendo pues podría variar el futuro (y entre otras cosas, podría no nacer…en el futuro).
Si lo trasladamos a su caso, se trata de que imagine todas aquellas cosas que usted ha variado y han variado, y los resultados que han producido. Ahora ya no puede volver atrás y hacerlas de otra manera, pero vale con la reflexión y la identificación, tratando de poner orden en los acontecimientos sucedidos posteriormente. Si es afortunado, es posible que encuentre cosas que todavía está a tiempo de cambiar…pero calibre bien las consecuencias. Está volviendo al pasado para intentar cambiar el futuro…
Ese documento traspapelado que ahora encuentra…ese e-mail que le enviaron pero que ahora puede borrar mientras emite silbiditos…esa capacidad muy suya de poner en boca de alguien lo que ese alguien cree que nunca ha dicho…

Qué bello es vivir

La conoce de sobra, y sus navidades no serían lo mismo sin su continua revisión en familia. La trama se puede resumir en la historia de un hombre a quien le van cada vez peor las cosas, y llegado a un punto de máxima desesperación, decide suicidarse. En ese momento, su ángel de la guarda evita su acto y para abrirle los ojos, le hace ver el mundo cómo si él nunca hubiera existido. Tras ese paseo por la vida sin ser reconocido, se da cuenta de la importancia y la influencia que ha tenido en lo que siempre le ha rodeado. Después, vuelve a la realidad.
Esta es una moraleja muy válida para utilizarse como inyección de auto-estima en esos momentos en que desearíamos no estar vivos, o simplemente, no estar ahí. Usted como yo, ha pasado por esos momentos en que se siente un completo inútil, que todos los demás lo hacen mejor, y que probablemente lo mejor sea quitarse de en medio (no, no le hablo de suicidio)
Pero aquí, el cuento de George Bailey puede ayudarle, solo si se ve capaz de revisar su vida laboral – o el trozo de ella que quiera – y ver las cosas sin haber estado, las decisiones que no se habrían tomado – o tomado de otra forma – la gente que no habría contratado, los planes que no se habrían escrito…Le recomiendo esta introspección antes de una situación límite o cuando tenga que salvar los muebles poniéndose a usted mismo por las nubes. Porque oportunidades va a tener…

Atrapado en el tiempo


Todos ya conocemos el día de la marmota, aunque pocos puedan explicarlo. Sabemos que tiene que ver con una leyenda por la cual un animalito de esta especie miró la sombra alargada que proyectaba su cola, y adivinó la duración del invierno. Y es un hecho real…al menos que miles de personas se reúnen en un pueblo de Pennsylvania para reproducir el milagro cada año.
Pero en la película, esta es la excusa para contar la historia de un meteorólogo de televisión que en ese mismo pueblo vive continuamente el mismo día, y lo curioso es que tiene conciencia de que eso es así pero no puede evitarlo. Lo intenta tratando de cambiar sus actos y reacciones, pero no encuentra la manera.
Esta si que es una ficción realista, al menos en nuestras mentes. Las sensaciones de deja-vu o las de que nada puede cambiar están a la orden del día, sea de donde sea y se meta donde se meta.
Su reto es el siguiente. En la rutina de su trabajo, las cosas son siempre de la misma manera y la misma persona le va a contestar siempre lo mismo. Usted no hace nada para que esto cambie porque pone muchas cosas en juego; el colegio de sus hijos, por ejemplo. No encuentra la forma de romper esta dinámica, y se plantea enfrentarse a la situación, pero nunca se decide a hacerlo. Ni le dan un aumento, ni le llaman a las reuniones importantes, esas que solo conoce de oídas. Pero un día se arma de valor y decide que nunca más pasará por lo mismo. Se levanta. Llama a la puerta de su jefe y…(recuerde lo que le rogaba con motivo de El Yanqui…no se olvide)
Por supuesto hay más, pero se quedan en el tintero. No puedo ni debo abusar de sus desdoblamientos de personalidad, porque entonces seríamos muchos.
Es la técnica de los escenarios, adaptada a la gente corriente. Para que luego digan que el cine no enseña y que nuestras vidas no han sido antes vividas por alguien con acento extranjero.

Branding Express


¿Tiene 5 minutos? Le voy a explicar esto de las marcas y el branding, y al mismo tiempo le voy a evitar leerse los 3 libros de David Aaker, los 3 de Al y Laura Ries, el par de Wally Ollins y Matt Haig, y varios artículos que usted ya ha recortado o tiene en sus Favoritos para leerse – pero como los tiene en inglés, le da una pereza enorme -.

La marca es eso que utilizamos en forma de nombre y símbolo para resumir lo que hacemos, y que lo hacemos como ninguno (los que puedan). Yo soy de los que opinan que lo es todo en la empresa, pero entiendo que esto le cueste creerlo si es de los que piensa solo en logotipos. Pero en el fondo, debemos coincidir que como la gente recuerda nombres, que bien viene tenerlo…y no obligarles a recordar una descripción (que no son capaces)

La marca debe apropiarse de una palabra (o un par de ellas) que es como una definición en sí misma. Usted ya conoce el dicho de que Volvo es Seguridad (y no un fabricante de coches) y que Google es Encontrar en Internet (y no un buscador). Esta percepción le permite a Volvo hacer camiones o motores de yate, y a Google cartografiar la Tierra o hacerse con YouTube…y seguir siendo ellas mismas.
Hágalo con varias marcas más (sin hacer un tratado) y habrá comprendido perfectamente el concepto.

Para construir marcas, hay que tener una metodología. Cualquiera que sea esta, se llama hacer branding. Yo uso la siguiente:

1. Defino los valores esenciales en 3 o 4. Como yo la veo. Eso es lo que quiero que sea mi marca.

2. A continuación, la doto de personalidad, es decir, trato de buscar las 3 o 4 palabras que usaría para describirla si fuera una persona. Esto le tiene que resultar fácil, porque lo ha hecho miles de veces con los que le rodean. Es cómo quiero que vean a mi marca.

3. Cuando tengo los valores y la personalidad, trato de poner en una frase lo qué es de verdad la marca. De forma precisa, pero no describiendo literalmente lo que vende (que le veo venir). Esa debe ser la esencia, que no debe confundirse con el eslógan, que es lo que va a poner después en la publicidad.

4. Teniendo la esencia, todo es más fácil. Lo que hago entonces es buscar un beneficio diferencial, o lo que es lo mismo, describo de forma brevísima lo verdaderamente importante a aportar al cliente.

Hasta aquí todo va bien. Tengo las bases, pero me falta el marketing…y entonces hago la cadena de valor:

- Defino su identidad (aquí ya puede usar los logotipos).

- Como sé el target (si no lo sabe a estas alturas, repase, porque si no, no puede continuar) trato de posicionarla, o lo que es lo mismo, la sitúo en el lugar que le interesará a mi cliente - pero hablo de su mente, no de dónde comprarla -.

- Más adelante, defino la estrategia de producto - yo a esto lo llamo contenido de marca -. ¿Cuántos? ¿cómo son? ¿cómo se complementan o se estorban? ¿qué precios? ¿cómo los presento? Pero pienso siempre en términos de beneficios para el cliente, no en sus características técnicas (olvide de qué están construidos y concéntrese en preguntarse cómo satisfacen necesidades, porque si no caerá en la trampa de “soy un fabricante de coches”).

- Ahora toca venderlos, y defino la estrategia de comercialización, o en otras palabras, cómo quiero que se transmita mi marca. Y aquí hago especial hincapié en elegir los mejores sitios (si soy una marca elegante, busco lugares muy selectivos…pero si soy barata, donde más fácil sea encontrarme) pero también en todo lo que debe pasar en el lugar de venta (qué cuenta el vendedor, qué rodea al comprador…).

- Pienso entonces en la comunicación, y no escatimo al hacer un listado con los posibles mensajes, con los medios más convenientes, y muy importante, con los diferentes públicos a los que tengo que informar de mi marca (y en qué orden). Porque no son solo los clientes, están los prescriptores, los canales de venta…Lo esencial es que las noticias de mi marca lleguen bien y a los que interesa. Acuérdese de esta frase; que lo que hago sea un mensaje, y que el mensaje sea noticia.

- Y termino por preguntarme cómo demonios voy a hacer para que mi marca fidelice, para que vuelvan a comprarla, y para que la recomienden a otros. Primero, no defraudándoles, después, dándoles un pequeño empujoncito para que empiecen a hablar. Y hasta que dure...

Todo esto lo pongo en una tabla donde planifico las acciones (calendarizándolas) y trato de ponerles más o menos un precio (presupuestándolas). Me voy a mi jefe o a mi cliente (si soy una agencia) y a esperar que encaje, cuele, y financien.

Por supuesto y por el camino, hay que tener una serie de consideraciones. Seguramente la más importante tiene que ver con eso que pretenciosamente llamamos arquitectura de marcas, y que no es más que ordenar las marcas que tengo (si tuviera varias, incluyendo las de producto) y tomar decisiones de si renombrarlas, apellidarlas, o seguir cómo las tengo.
En teoría, es tan fácil como pensar que puede:

- Poner un solo nombre de marca a todo (lo que hacen los japoneses y los coreanos)
- Juntar el nombre de la gran marca a cada una de las sub-marcas (lo que hacen la mayoría cuando tienen miedo de que no se asocie una con otra)
- Poner nombres diferentes a cada producto (la opción de los más atrevidos, pero que suele terminar en un verdadero follón de nombres…difícilmente recordables)

Y no le voy a decir cuál es mejor, porque todo depende de lo que tenga entre manos, de lo que se haga en su mercado, y de cómo es la gente a la que se dirige. Porque los hay más listos y con más memoria que otros.

Vamos a obviar otras cosas como las alianzas entre marcas (el famoso co-branding) o las estrategias de marcas de distribuidor (las también famosas marcas blancas). No querrá que le cuente todo. O no todos los secretos al mismo tiempo.
P.D. Ya puede leer a Aaker, Ries & Ries, Olins y Haig. Le doy permiso.

Miedo puro


Hace unos años y con unos amigos, terminamos hablando de cosas de miedo...ya sabe, para asustarnos. Se me ocurrió tratar de explicar cómo lo veía y escribí lo que a continuación les rescato:

Los 10 condicionantes del miedo
¿A qué tiene miedo la gente?

1. A los recintos cerrados (porque no pueden escapar)

2. A los espacios demasiado abiertos (porque les da vértigo, sobre todo en situaciones de pánico).

3. A lo que notan y no pueden ver (porque no pueden anticipar sus propias reacciones).

4. A estar solos ante un peligro, o acompañados de alguien al que no conocen bien (porque no pueden recurrir a nadie, porque no están seguros de si mismos y cómo reaccionarían, o porque creen que el miedo puede motivarse por la otra persona)

5. Al miedo que no se pueden explicar (sobre todo sobrenatural, porque no les permite activar defensas válidas, y no conocen su verdadero alcance).

6. A las situaciones en las que tienen referencias que les provoca miedo (como por ejemplo haberlo visto en una película que les impactó, o que se lo haya contado alguien al que creyeron o del que no dudaron del todo).

7. A la supuesta reproducción de temores infantiles (que creían olvidados o superados, y que ahora tienden a amplificar su efecto precisamente porque los consideraron fantasías irreales).

8. Al dolor y al sufrimiento (incluso más que a morir, ya que la violencia genera pánico).

9. A sentirse acosados y perseguidos, o saber que pueden llegar a estarlo (este es un tipo de miedo muy relacionado con la psicopatía, asociándose a criminales, violadores e incluso a animales salvajes, aunque en este último caso pesa menos el miedo psicológico, aunque si la ansiedad. Aquí hay una variante, que es el miedo a verse atrapados en o por fenómenos naturales, como un terremoto, una inundación, o un incendio. Todo muy relacionado con 6, 8, y 10).

10. A ver morir, especialmente de forma violenta y repentina (sobre todo conocidos, o ver cuerpos destrozados o desmembrados).

Y cuando terminé, me sentí tan satisfecho conmigo mismo que incluso quería hacer una película. Imagínense, iba a ser como un documental, con situaciones de miedo real...y estadística final. Quería descubrir las raíces del pánico, y demostrar que todos tenemos miedo a algo.

¿Qué por qué escribo esto y aquí? Bueno, me lo encontré buscando cosas para poder escribirles, y tanto marketing y tan seguido les puede hacer daño.

Cuestión de temperamento



Desde mis tiempos del colegio, siempre me ha atraído la psicología de andar por casa, esa que clasifica a las personas, los comportamientos, el cómo son y cómo podemos analizarlas nada más verlas u oírlas. Supongo que en esos tiempos mi motivación tenía más que ver con a quién arrimarme en los exámenes, con quien mezclarme en los recreos, o directamente, categorizar a las chicas, como si esto último me sirviera de algo.

Seguramente a la altura de 8º de E.G.B. - ¡qué antiguo suena! – me llamaron la atención unos apuntes que nos dieron impresos y que hablaban de los 4 tipos básicos de temperamento…según Hipócrates – sí, ese del juramento -. La clasificación, que ahora solo puedo rescatar en Wikipedia, era básicamente así:

Sanguíneas, las personas con un humor muy variable, cálidas y vivaces, comunicativas y receptivas por naturaleza, y muy extrovertidas. Sienten verdaderamente las alegrías y tristezas de otros como si fueran las suyas propias.

Melancólicas, son personas tristes y soñadoras, abnegadas, perfeccionistas y analíticas. Muy sensibles emocionalmente, con tendencia a ser introvertidas, aunque pueden actuar de forma extravertida. Dejan que la gente venga a ellas (no ellas a la gente). Terminan lo que comienzan, pero les es difícil empezar algo, por su excesivo análisis.

Coléricas, personas de voluntad fuerte y sentimientos impulsivos, rápidas, muy activas, prácticas, autosuficientes e independientes. Firmes y decididas en sus opiniones, son también extrovertidas (no tanto como los Sanguíneos) Son ambiciosas, actúan con objetivos que valoran previamente.

Flemáticas, son personas lentas y apáticas, a veces con mucha sangre fría, tranquilas, nunca pierden la compostura y dificilmente se enfadan. Tratan de no involucrarse demasiado en las actividades de los demás. Suelen ser apáticas y no buscan ser líderes; pero cuando lo son, pueden ser muy capaces.

Y además, estos temperamentos se pueden combinar entre sí – p.ej. Sanguíneo-Melancólico – y donde el primer término que se pone, es el que marca el carácter. Lo cual daba mucho juego, como en el Tarot de Marsella (porque es bien sabido que su vida nunca es la misma en cada sesión).

Cuando lo ví, parecía que todo lo que me rodeaba cobraba sentido y todos estaban en la tabla. Como un manual definitivo, lo hice mío ampliándolo con mis propias conclusiones, y durante un tiempo me hice psicólogo, interpretaba caracteres, daba consejos, me hacía querer…Porque a mis compañeros y compañeras les divertía esta especie de consultorio de patio de colegio, pero que hacía en medio de las clases, entre susurros, miradas vigilantes al profesor y cuartillas que se pasaban por debajo de la mesa.
Los listados, que empezaron siendo confidenciales, no muy tarde se hicieron públicos, y después de públicos, notorios, y tras ser notorios, se hicieron pósters.
Todos estaban tan encantados que tan pronto se me elegía el primero en los equipos de fútbol en el recreo – con lo difícil que eso era – como también podía acercarme a las chicas con un argumento intelectual, con un discurso que no me pusiera colorado. Lamentablemente, estas conversaciones con las chicas se limitaban al análisis de terceros y sus posibilidades con ellos. Pero la psicología ¿no se trata de eso?
Imposible recordar ahora cuando acabó todo esto, pero la huella que dejó en mí ha permanecido imborrable. Cada nueva clasificación, cada nuevo test, cada nueva historia de este estilo, se convierte en un dogma, y lo intento llevar a la vida que lleve en ese momento. Lo hice en la universidad y lo hice (hago) en mis diferentes trabajos, con cualquiera que sea mi compañero.
Porque todo tiene una explicación temperamental, y si no es así, merece la pena explicárselo uno de esta manera. Es cómodo, práctico y vendible. Como el marketing en estado puro.
¿Que qué soy yo? Curiosamente, no tengo ni la menor idea…

Un poquito más difícil, por favor


Sábado tarde. Interior. Día
- Buenas tardes, señor…¿qué le pongo?
- Quería 5 Happy Meal…3 con McNuggets de pollo…
- ¿Cuántos McNuggets?
- ¿Perdón?
- Que ¿cuántos McNuggets?
- Estooo…¿de cuántos se puede pedir? ¡Ah ya! (mirando al menú luminoso). De 4
- ¿Todos de 4?
- Sí
- ¿Y qué más?
- Un Big Mac…
- No, en los Happy Meals
- Ah! ¿Qué le faltan?
- No me ha pedido la bebida ni el postre
- 3 con agua y…un momento que no me acuerdo. (Dirigiéndose al siguiente de la fila) ¿Me guarda la vez que tengo que preguntar?

(Volviendo del parque infantil, 45 segundos después)
- Perdone, ya lo sé...
- Espere un momento que termino de atender...

(Esperando. 2 minutos después)
- Dígame
- Soy el de los Happy Meals que le faltaban las bebidas. Son 3 aguas, una Fanta de naranja y una Pepsi Light
- No tenemos Pepsi Light, solo Coca Cola Light.
- Pues Coca Cola
- Lo que va en los Happy Meal es sin cafeína
- Pues sin cafeína
- ¿Y de postre?
- Pues…¿qué hay?

(Volviendo a mirar el menú luminoso)
- 3 Petit Suisse y 2 Snack Nesquik
- Bien, ahora lo preparo
- No, si le tengo que pedir más cosas.
- Un momento. Ahora tomo nota

(1 minuto después.)
- ¿Qué más quería?
- Pues…1 Big Mac, 2 McPollo y una ensalada…
- ¿Qué tipo de ensalada?
- ¿De qué hay? (indicándole con la mirada el menú luminoso) Sí…Mediterránea
- ¿Salsa rosa, mediterránea, barbacoa o de queso azul?
- Mediterránea (sin convicción)
- ¿Algo más?
- Sí, patatas
- ¿Normales o DeLuxe?
- ¿Cómo son las DeLuxe? (de nuevo mirando el menú luminoso). Sí, DeLuxe
- ¿Cuántas?
- 4
- ¿De qué tamaño?
- Medianas
(Mirando de nuevo el menú luminoso)
- Me va a perdonar, pero es que acabo de ver los menús y…
- ¿Qué quería?
- El Big Mac y los McPollo que sean de menú…¿las patatas son medianas?
- No, son pequeñas
- Bueno, pues pequeñas
- ¿Y de beber?
- Agua y 3 Pepsi Light
- No hay Pepsi Light
- Ah, es verdad. 3 Coca Colas Light
- ¿Eso es todo?
- Sí, eso creo…¡ah, no! Se me olvidaba un McFish
- ¿También de menú?
- Sí, con lo mismo de bebida
- ¿Agua o Coca Cola Light?
- Coca Cola Light
- El McFish tardará un poco
- No importa, vengo luego
- ¿Algo más?
- Sí, me voy a llevar ya 4 Sundaes
- ¿Con sirope de fresa o chocolate?
- 2 de cada
- ¿Ya?
- Sí, ya
- Son, 22 euros con 60
- Vale

(Yendo y volviendo 2 minutos más tarde del parque infantil)
- Venía a por mi McFish…
- Ahí lo tiene
- Y le quería preguntar si tienen regalos de niña para los Happy Meal. Todos son coches
- No, se nos han acabado
- Pues vale, gracias

(En el parque infantil)
- ¿Has pedido los cafés?
- ¿Qué cafés?
- ¿Te los he pedido antes?
- No me has pedido cafés
- Bueno, eso es que no te acuerdas
- En serio, no me los has pedido
- ¿Vas?
- No, luego en Starbucks…

Y en Starbucks, 20 minutos después

- ¿Cómo se llama señor?
- Pablo ¿por qué?
- Para poner su nombre en la bebida
- Ah...

Y mirando el menú (no luminoso) observo la variedad de cafés, doy media vuelta y decido tomarlo en casa. Dejando mi nombre en un vaso de cartón. Para que no lo use nadie más…o que lo usen, si no quieren preguntas...

Sábado. Interior. Ya casi de noche
Fundido en negro

El sempiterno glamour


Hay una curiosa semejanza entre el canon digital y las prácticas impositivas de fotógrafos y agencias de modelos en el mundo publicitario. Es una especie de pataleta, de desconfianza por un hipotético uso fraudulento, un deseo de controlarlo (y cobrarlo) todo. Y por los siglos de los siglos, amén.

Antes, un fotógrafo te daba cita, acudías a su estudio, y tras muchos intentos por encuadrarte, colocarte los brazos y arrancar de ti esa sonrisa no de foto – y al final, todos tenemos la misma…en las fotos – te cobraba y te daba el material. Como mucho te adjuntaba una tarjetita – para repetir o recomendar – o si era generoso, te metía todo en un sobre con sus datos. Y ya está, a olvidarse. Pero esos eran los fotógrafos de retratos familiares, y pocos sobrevivieron a la criba del fotomatón – que buen nombre y qué apropiado -.

También los había y hay de eventos socio-familiares, que por lo menos se desplazan al lugar de los hechos, se comportan como reporteros y luego tratan de colocarte fotos de gente que jurarías por lo más sagrado que no estaban allí. Cuando la verdad es que se deseaba que nunca hubieran estado allí. Con dolor de corazón se les pagaba y ¡aire!

Pero yo quería referirme a esos de grandes cámaras y pequeños estudios – que casi siempre alquilan – y de impresionantes books llenos de desnudos, primeros planos y bodegones. Los fotógrafos "artistas" de caché inflado y despliegues hollywoodienses – que si peluquero, que si estilista, que si el que me lleva los focos…- y que en el colmo del cuento, se le presentan a uno como fotógrafos de actitudes, que es una manera rebuscada de decir que sus fotos no son solo disparos, sino obras de arte en si mismas…y que ellos no captan instantáneas, sino instantes. Pero lo cierto es que ni lo uno ni lo otro, a juzgar por lo que tardan.

Y también me refiero a esas y esos que se ponen delante y que no son una familia, sino caras bonitas que simulan amar la marca, apasionarse con lo que visten o usan – por un momento, perdón, instante – protegidos por los/las grandes tajadistas que vigilan hasta el último detalle tratando que no nos pasemos ni un minuto, ni una foto, ni un pelo.

En esta asombrosa galaxia del glamour y el cuento chino, todo estaría más o menos bien si uno tuviera la certeza de que cuando se termine la sesión o cuando el señor fotógrafo entregue bastante más adelante todos los materiales “adecuadamente” retocados – casi siempre pasándose en tonos de color, brillos que no existen o siluetas imposibles – no sufrirán más nuestros bolsillos. Pero no, es solo el comienzo. ¡Bienvenido al maravilloso mundo de los derechos de uso y difusión!

Para la tele, la prensa o las marquesinas, se cuentan todas ellas y a pagar toca. Que no solo era España, sino también Sri Lanka…una rápida tarifa para el uso en las revistas o en los puntos de venta de ese país tan a la vanguardia, tan a la moda…¡y ya está!. Que se quiere para Internet, pues no hay problema; ¿cuántos países y personas hay en el mundo? Pues se suma, y eso.
Y por supuesto, para uno o dos años, que los artistas tienen su imágen y su precio, no vaya a ser que la quememos o la devaluemos, por ese orden.

Cuando uno contrata a esta gente, debe pensar en que pone en marcha un contador incontrolable. Si tiene mala suerte y sus campañas no funcionan, usted ya ha firmado y paga. Si todo le va bien o mejor, no se las prometa muy felices, porque vendrán a cobrarle. Su éxito es su dinero extra.
Pero si se le ocurre salirse del guión o tomar decisiones nuevas – aquí sí, aquí no, allá más, allá pero de otra forma – no ha hecho sino dar forma a un nuevo contrato, que tendrá que renegociar al alza. Y ni se le ocurra ocultarlo, que le pillarán porque tienen miles de ojos y chivatos.
Hasta en Sri Lanka.

Esas artes gráficas


Alguien debió empezar todo esto y seguramente era matemático. Porque no es normal que nuestra vida esté repleta de gráficos que tratan de explicarlo todo.
Lo entiendo a los pies de la cama de un hospital – aunque solo lo he visto en los dibujos animados – en la Bolsa o para explicar un terremoto. Tiene cierto sentido (mediático) verlo escupido por un polígrafo, o dibujando las líneas del Metro, tal vez solo hasta que Google Earth se meta en los túneles. Y por supuesto, en los ministerios de economía y en las clases donde se explican parábolas e hipérbolas. Pero ahí y poco más.

Soy Géminis y tengo un precioso gráfico que me muestra mi ascendencia jupiteriana. Y juraría por lo más sagrado que todo lo que me ha pasado en la vida podría adoptar formas extrañas que terminaran en el teorema de Ruffini. Si se ve de esta forma, que a mí me resulta imposible por mi formación de Letras Puras.


En algún punto debe estar mi suerte

En la empresa es imposible recordar algo anterior a los gráficos. Antes se hacían a pulso, con escuadra y cartabón…y así quedaban. Asustaría indagar cuántas personas se han podido quedar en la calle por un gráfico en una sala de reuniones que por error, se le ha dado la vuelta, y dado la vuelta se lo llevó el de Recursos Humanos para su cita con el Comité de Empresa.

Y la informática no ha mejorado estas prácticas. Más bien diría que ha extendido el caos. Al principio porque lo que salía de Quatro Pro y Lotus 1 2 3 (cuando los fondos de pantalla azules) era el patrimonio de unos pocos, pero que dejaban a otros pocos que se los hicieran, y no tenían ni idea. Después y con Windows, dejábamos a nuestras hojas electrónicas que interpretaran nuestros números metidos sin fórmulas, y entre las curvas confusas de nuestros datos sin sentido y las limitaciones de solo-rectas y punto-a-punto de nuestras impresoras matriciales, obteníamos sin querer gráficos de barras cuando soñábamos de verdad con tartas. Y eso, lamentablemente, no terminaba de explicar nada.


Todavía puedo oirla...

Con Office, las cosas fueron diferentes. Las artes gráficas las podía hacer cualquiera, incluso sin tener algo de interés que decir. Yo he visto recepcionistas colocándose charts con sofisticadas estadísticas de llamadas entrantes y salientes, contables haciéndose pósters con el activo y el pasivo – fijo y circulante, oiga – y jefes de compras empapelando sus despachos con las variaciones import-export de los países del sudeste asiático, cuando en ese momento probablemente ni existían. O él no podía tener conciencia.

¿Y en el marketing? O se hacen gráficos o a ver cómo explicas qué haces ahí metido.
Tenemos mapas de posicionamiento, que son mis preferidos, porque siempre son multi-interpretables y podemos adecuar nuestras respuestas a las preguntas del que más mande en esa reunión.
También gráficos de presión publicitaria, que solemos copiar de algo que hemos visto en alguna web y se queda razonablemente bien ante la audiencia, aunque muchas veces haya que explicar antes qué es eso de la publicidad porque ni el más veterano recuerda esa palabra en los planes anteriores.
Y gráficos de ventas comparadas donde todo es muy bonito hasta que ese maldito listillo pone en evidencia que nos hemos confundido calculando porcentajes. Que siempre pasa.
Y tartas con cuotas de mercado, donde la tarta tiene demasiados trozos.
O esos gráficos inexplicables que son algo así como de barras, con polígonos que después se transforman en curvas, y terminan en una especie de elipse de distintos colores. Y en el proceso, olvidando siempre el detalle de explicarlo secuencialmente y atender puntualmente a las dudas instantáneas, se acaba por llenar de números, letras, tantos por ciento, sub-indices, incógnitas que dan varias vueltas al abecedario y si no, acuden a rescatar el griego…y no caben en la plantilla powerpoint, se desconfiguran, la gente resulta que se ha sentado demasiado lejos, no se han corrido las cortinas de la sala, el cañón desenfoca…y un tipo nervioso solo acierta a decir eso de “como puede observarse claramente…” o “a la vista de esto, sobran las explicaciones…”.

Porque en el marketing los gráficos ostentan el poder y es el símbolo inequívoco de que o se ha sido consultor – ya saben a qué flechas me refiero – o recientemente se ha terminado un máster. Y todo suma cuando se habla de status corporativo.


Estas son las flechas del consulting. Ya se acuerda ¿verdad?

Y si todavía no domina la técnica, no se preocupe ya que Internet es un pozo inagotable de plantillas. O revise bien su correo electrónico, porque no puede ser el único en el mundo al que no le hayan enviado una presentación que pudiera fusilar en un momento dado.
Da igual, preséntese con lo que sea pero que tenga color, volúmen y signos. Solo tenga cuidado de ponerlo al derecho, ya que es mucho suponer que su audiencia ni siquiera sepa leer. Porque algo pondrá en la portada ¿no?

Taxman

En un mundo descontrolado es normal que alguien quiera controlarlo. El problema es que no hablo de paz universal o de nuevos políticos con sensibilidad social. Hablo de todas esas cosas que antes nos costaban dinero, que de repente ya no lo cuestan (o de una manera que no valoramos) y que al final, hay quien se encarga de fastidiarla. Para el no-comprador, claro.

Ya habrán adivinado que hablo de los contenidos digitales, esos que usted y sus amigos se descargan a menudo (porque yo no, y menos por escrito) y que le permiten tener las 13.000 canciones de su vida en su Ipod, 1.000 películas en su flamante MediaPlayer, miles de e-books que no podrá leer en su vida y en la siguiente, en su pen-drive de 16 Gb, los mejores y más caros juegos de PSP-XBox-Nintendo-Game Boy-PC, sistemas operativos enteritos que dejan como idiotas a los pagalicencias - ¿queda alguno? - o cientos de fotos que coge de prestado en las webs de los demás, en Google Imágenes o en los no pocos bancos de imágenes online, y que rebosan su disco duro portátil y utiliza no pocos días en sus presentaciones comerciales o en los trabajos del colegio de sus hijos. ¿A que le he descrito bien? En quien estaría yo pensando.

Pues bien, cuando el roto ya está hecho, las discográficas se tiran de los pelos al no acertar a ver cómo reinventarse, y los guionistas de Hollywood deciden no escribir más…en todo esto, aparecen las cabezas bien pensantes solucionaproblemas y nos criminalizan, nos llaman ladrones desalmados y pretenden ablandarnos, mejor dicho, humillarnos, con esas historias de los jóvenes valores que no se podrán abrir camino - ¿hablan de los multimillonarios de O.T.? – o de esos cineastas españoles que no podrán estrenar más de una película – cosa que por otra parte, suele ser la media en el cine español de los últimos 30 años -.



Pena, lo que se dice pena, no dan

Y estas cabezas, u otras todavía mejor amuebladas y técnicamente preparadas, han tratado de hacer muchas cosas por si no funcionaba nuestro corazoncito solidario. Hicieron anti-copies pero tentaron a los hackers y a los crackers, que resultaron ser más listos. Trataron de meter más cosas en el mismo sitio – obligando a cambios de formatos en discos – y la industria hardware contestó con lectores DVD más potentes, que pueden hasta con la doble capa y el ripeo más pirata. Intentaron también dar más valor añadido a sus productos – lo cual les costó un mundo, porque se vivía muy bien cobrando cada vez más por el mismo esfuerzo – y funcionó un tiempo; siempre podríamos recurrir a YouTube o a los mantas más especializados.

Cuando todo estaba aparentemente perdido, alguien pensó que estaban haciendo el canelo tratando de poner freno a esto con las mismas armas que sus criminales, y trajo un poco de cordura; que paguen un impuesto. Et voilá! Surgió el canon digital, una copia burda y mal hecha de otras iniciativas europeas – aunque las hay todavía peores – y como lo que corre por Internet no hay quien lo pare, se trabajan al gobierno de turno para que cree un nuevo indirecto, les ayude, a ser posible, justifique la acción – todos nos beneficiamos de la cultura – y esconda lo más que pueda la trayectoria final que seguirá ese dinero. A los cabecillas de todo esto les conocemos todos, y todos hace años que ni les compramos discos ni les vemos sus películas. Porque no hacen.

Así que ya lo sabe, los recuerdos de comunión le costarán dinero – canon a la cámara – escuchar a un Elvis mp-comprimido como si le viera en Las Vegas – conste que ese dinero no va precisamente a Graceland – y le traerá más cuenta regalarle a sus hijos Érase una vez el hombre adquiriéndola en una de esas horribles promociones de televenta…o rescate sus polvorientos vhs.



¿Se acuerdan?

No, si yo en el fondo no estoy en contra de que me cobren por tener derecho a la vida digital. Pero siendo honesto conmigo mismo, quiero que lo haga Cary Grant.

Nota:

If you drive a car, I´ll tax the street
if you try to sit, I´ll tax your seat
if you get too cold, I´ll tax the heat
if you take a walk, I'll tax your feet...
cause I´m the taxman, yeah the taxman...
(The Beatles, 1966)

Zoobranding


En una reciente investigación cualitativa que encargué a una reconocidísima empresa experta, volvieron a salir los animales a pasear. Porque no es la primera vez.
En lo más álgido, en lo más interesante, en lo que esperaba más ansiosamente, solo se les ocurrió volver a las viejas metáforas de hacer pasar a las marcas por la vergüenza de no ser ni siquiera personas con las que identificarlas, sino especies inferiores.
Y lo curioso es que hablábamos de ordenadores portátiles. Me pregunto hasta donde habrían llegado si habláramos de cereales para el desayuno.

Esa curiosa costumbre de acudir a la llamada de la selva cuando las palabras convincentes no llegan (o sencillamente, no existen) huele ya un poco raro. O nos toman por estúpidos (no por la discutible calidad metafórica, sino por la repetición) o es que de verdad la zoología explica muchas cosas. No acierto a comprender qué, más allá de ciertas costumbres que deberíamos tener olvidadas, como se empeñó en insistir Darwin.



Si levantará la cabeza...

Si su marca es excelente, seguramente es un caballo blanco. Si su marca es segura y fiable, inevitablemente es un pastor alemán. Si es agresiva, un tiburón. Y si tiene más o menos la edad de piedra…adivinen. No, dinosaurio es demasiado fácil…es un elefante (¿?)

En ese mismo estudio del que les hablaba más arriba, se trató de definir a una ya posicionadísima y distinguidísima marca de ordenadores como un burro…y cuando mi suspiro inicial alcanzó los decibelios de un choteo en toda regla, se me trató de reconducir a la lógica; no es burro por burro, sino porque es un animal fiel, que trabaja mucho y sin descanso y que nunca nos dejará en la estacada. Ya.
Tuvieron suerte de encontrarse en mí con un mero intermediario, porque si lo oye el brand manager a coces les devuelve a su cueva, esa donde parecen divertirse reescribiendo Los músicos de Bremen. Para cada cita como esta.


Tienen que habérselo contado...

En el maravilloso mundo del zoobranding, usted y lo que representa no son más que algo en algún lugar de la cadena trófica. Pero esto ya lo sabíamos, y usted lo vive cada vez que está en el mercado (su jungla). Caza en grupo, se aparea, y si tiene lo que hay que tener, rebaña los restos dejados por otros; los depredadores más despiadados. Y no hace falta que se lo digan en un informe.

Lástima que las metáforas animales, ya que estamos y no podemos evitarlas, se queden en la simpleza de un icono, en las perogrulladas de un cuento infantil, en las insulsas observaciones de expertos que como mucho tuvieron un hamster y que apuesto lo que sea a que se les escapó.
Puestos a crear alegorías, pensemos que el zoo que nos rodea es inmenso, y las jaulas o tienen los barrotes demasiado blandos o se han olvidado cerrarlas.