Lo quiero rápido, incomodo y en technicolor




En un ataque retro irrefrenable, Polaroid resucita esa forma instantánea de fotografiar - de la que Kodak quiso inútilmente apropiarse - de "aquí te pillo, aquí te mato", agitar violentamente antes de revelar, y de descubrimiento de auras cromáticas desconocidas en nosotros mismos.

Es esa marca de funcionalidad clara pero de target confuso, que lo mismo retrataba los momentos estelares de la "familiaridad", como te solucionaba los castings a "toda pastilla"...si bien las más siniestras mentes la asociarán a los completos y macabros reportajes en escenas del crimen.

Polaroid significó inmediatez, y su nombre acaparó la categoría. Pero no triunfó lo que debía porque éramos más de rollos metidos en sobres amarillos, esperando a la "revelación" (muchas veces con las lágrimas lógicas de no haber enfocado bien o haber abierto la cámara antes de tiempo).

Y en este mundo podrida o felizmente digitalizado, estas máquinas de instantáneas con colores absurdos se las tendrán que ver con los super-hiper-megapíxeles, que además, se hacen solos, son de meter enbolsillos y de enviar al otro lado del mundo.

Pero como nostálgicos siempre tenemos, se harán con su mini-cuota, esa que todavía defiende la insuperable pureza del sonido del vinilo.
Hasta que se rallan...

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