Springfield, capital mundial de muchas, muchas cosas

Pocas veces, corrijo, ninguna vez antes, una serie de animación en TV había conseguido llegar a los 500 episodios, y todo ello manteniendo un interés tan constante que le ha valido no solo todos los premios posibles, sino películas, un arsenal extraordinario de contenidos diversos - libros, juegos, aplicaciones...- y un merchandising tan mundial y extenso que ya soñarían con él las sagas más famosas - incluyendo Star Wars - o los clubes de fútbol que se dicen más ricos y presentes en todos los confines del globo.
The Simpsons son un prodigio de inteligencia hecha cómic animado, y lo son por sus guiones tanto como su visión particular del entretenimiento, y por tanto, del branding y marketing. Un caso raro de multitargeting, en un producto de adopción exponencial y de ciclo de vida larguísimo...y todo ello, sin recurrir a variantes, sin necesidad de reinventarse, sin ceder a presiones sociales y televisivas de parrilla o de reenfoque de contenidos.
Es cierto que no es una serie de línea estrictamente regular, como no lo es ninguna, pero la chispa siempre ha estado ahí, removiendo hasta el infinito sus situaciones y personajes, que no olvidemos - y ahí está el mérito - son prácticamente los mismos desde el principio, y todo se desarrolla en un lugar llamado Springfield.
Lo miremos como lo miremos, es el más perfecto ejemplo de éxito de televisión, de diversión y de calado sociológico. Y una lección obligatoria para guionistas, marketinianos y familias, sí, porque esto no son ni lo fueron nunca, dibujos animados 






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