Es que hay gente para dar y tomar, y se reducen al tamaño foto DNI


A estas alturas, hablar de lo enredados que nos tienen las redes ni es noticia, ni sorprende. Nadie se da por enredado, pero lo cierto es que, cuando puedes, enredas.


La gente dice hablar de oídas, asegura ni dedicarle siquiera un rato, y por supuesto, ni comparte, ni habla, ni pierde el tiempo. Y millones de gentes andan mintiéndose cuando creen adivinar en facebook algo que reduce su intelectualidad proyectada, porque suponen pueril su debilidad, salvo que el de enfrente empiece antes con lo de que está en linkedin - que qué bien funciona, oye - y la espiral conduce irremediablemente a airear los trapos más sucios y resulta sin piedad en ese "a redes tú y cien como tú, no me ganáis ni de suerte".


La historia de las fotitos y los amiguitos sin fin es la realidad social que nos toca vivir. Un círculo vicioso en el que vence el que más tiene, y se hacen, se compran o se inventan si es preciso. Pero que el casillero tenga tres dígitos al menos, pedazo de autista digital.

No vale ya echarle la culpa a esos norteamericanos que hacen webs a mascotas, y los niños crean variopintas sectas en la red. Nosotros, como ellos, pero más tarde y casi seguro que con menos edad, y si no, que alguien audite ya ese tuenti de innumerables chiquillos en su recién docena de años.

Sí, soy de facebook y de lo que me echen o se lleve, y las horitas de vuelo deben sumar no pocos días, esos de los que debería lamentarme cuando de viejo, eche la vista atrás y compare cuánto de pie, y cuánto sentado. Pero tendré amigos en todo el mundo, aunque ellos, ni lo sepan.

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