El Corte que no se corta



Cuando se tiene una marcaza así, cualquier acción publicitaria no encaminada a sacarse el poder que se lleva dentro, es una oportunidad de branding perdida. Es cierto que la competencia acecha, que los sueldos y los subsidios se aprietan, y que en la era más low-cost, cada impacto como mínimo debe oler a venta. Pero la marca no se puede sujetar así como así, y las semanas fantásticas, las ya-son-primavera y los 8-días-de-oro, no son sino reminders de que el monstruo minorista está ahí, en todas las buenas salidas de las bocas de metro, en las más abundantes paradas de taxi, y casi pegado a las marquesinas de autobús, encimando.
El "Corte" es seguramente uno de los mejores activos que tiene la cartera de marcas de España, y que la gente, de a pie y a tiro de encuesta - que no tanto por Twitter - se empeña en morder porque es "cara", "masiva" y "granalmacenera". Nunca tantos tan en contra y tan usuarios al mismo tiempo, en esa contradicción que no lo es tanto, porque ya sabemos que la gente habla y luego hace, y que casi nunca se corresponden ambas acciones.
No es extraño que, habiéndose apropiado de la máxima "si no queda satisfecho..." reivindiquen con máxima fuerza la "satisfacción", porque les sabe a esencia de su marca aún en lo genérico y multi-interpretable del término.
Para muchos, auto-bombo, e incluso puede que para los no-este-logo, mentira cochina. Pero lo cierto es que ahí están, con todas las categorías posibles, con los precios que les da la gana, y coleccionando cada año más tarjetitas. Para que la enseñes cada vez que abres el monedero, y sin querer, la uses

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