Cuellos demasiado jugosos como para no darles mordiscos



Segunda semana consecutiva viviendo inmerso en el fenómeno más teen.
En el estreno de "Luna nueva", esa segunda parte de la tri-cuatri-¿?logía de la saga Crepúsculo, me he aburrido como una ostra viendo a los vampiros más sosos de mi ya no corta trayectoria cinéfila, y del sueñecito solo me han librado nerviosos gritos, alaridos y aplausos de aún más nerviosas fans. Esas - o tal vez no estas mismas - dispuestas a hacer largas colas de 10 días de noviembre - pero de calentamiento global - a las puertas de la plaza de toros de Vista Alegre. Solo por ver a Robert Pattinson, Kristen Stewart y Taylor Lautner, de lejos, más sosos que en sus vampírico-licantrópicos papeles, seguramente ajenos a tan enorme sacrificio, aunque se aprecie el detalle de estrenarse antes que en las propias américas, que la de las "nuestras", parece ser mayor y más impaciente histeria.

Otra marca más en ese portfolio adolescente, y para un público fácilmente entregado y que vive experiencias no muy distintas a las nuestras de hace ya demasiados años. Ya se sabe que a cada generación, un branding - o varios - y este/os son carne de messengers y sms - todavía no twitters - o sea, inmediatos, virales, exponenciales, imparables...
No, esto no me ha caído tan bien como lo de los Jonas, pero es que las marcas no están hechas para gustar a todo el mundo.
Ni aunque te gusten las marcas - "enfermizamente" - hasta en sus más incomprensibles y defectuosas manifestaciones.

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