Buitres leonados, lirones caretos y persiguiendo a su mayor presa...el conejo



El verdadero significado de una marca personal no es que sea famosa, ni siquiera que se convierta en un referente, porque ambas cosas suelen ser coyunturales - a cada tiempo, un personaje central -. Tampoco que perdure, porque solo hace falta memoria colectiva. El gran reto y por lo que no todas pasan el corte, es que se agigante en el tiempo, que se funda con el mito, que no se sepa finalmente si todo lo que se dice de ella es real, exagerado o incluso inventado.


Los personajes históricos, sean del pelaje que sean, son mitos, y algunos.semidioses en nuestra conciencia. Los años, independientemente de que uno haga el ejercicio de tratar de situarles en su época y en su contexto, solo los ensalzan...y solo se recuerdan - o se estudian - los grandes rasgos...eso que entendemos como el pasar a la historia. Si se piensa bien, la historia de la humanidad no es la historia de las civilizaciones, ni la historia de los cambios geopolíticos, ni mucho menos, la historia de la evolución, ni del saber, ni de la antropología - que solo somos capaces de distinguir entre mono y hombre, y algunos entre Adán y lo de después -. Es la historia de las marcas personales, porque entendemos la historia en forma de biopics. 


Eso es lo que nuestra mente entiende bien, porque solo entiende de admiraciones, de envidias, de odios, de emociones...y a eso, un poquito de datos sueltos, casi nunca bien encajados. Da igual el imperio romano, porque pasa Julio César, y tras él, un tipo que supuestamente quemó Roma mientras cantaba, y un psicópata que organizaba orgías y nombraba a su caballo senador. De Egipto nos queda Cleopatra, y un tal Tutankhamon, porque su momia se conserva bien...y porque parece estar maldita. Y jesucristos, atilas, napoleones, cid-campeadores, ricardo-corazones-de-león, hitleres, stalines, ghandis o kennedys.
Lo que hicieron, poco importa, porque ni la mente da para tanto, ni la mente está para esas cosas...salvo en ataques de erudicción - que no las provocan los libros ni los profesores, sino los aniversarios, los documentales y las películas -.


Pero las grandes marcas personales no tienen que ser de naturaleza universal, ni siquiera ser míticas para todo el mundo. Tenemos también capacidad para encumbrar a las más cercanas, y a las que hicieron bien sus cosas, fueron mediáticas y se fueron. Y estas son las de más difícil aspiración y huella, porque nuestra mente es limitada, la escalera está llena, y la causa-efecto, con el tiempo, en entredicho.

Marcas como Félix Rodríguez de la Fuente son de esas que en vida, alcanzaron lo más alto de nuestra atención, las seguimos recordando sin quererlo, y cuando alguien las menta, caen sobre nosotros con todos sus mitos y leyendas, con todo ese éxito que permanece intocable, con toda esa vida que difícilmente les dio tiempo a vivir pero que para nosotros, con toda seguridad vivieron.

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