Lalalás, pequeñitos y barcas que no las maneja nadie


Eurovisión es de esa marcas nostálgicas que tratan cada año de volver absurdamente por sus fueros, cuando el modelo, en nuestras mentes, ha caducado. Es esa tendencia que técnicamente llamarían elongación de ciclo de vida de producto, y que más bien y más branding, es una reinvención anual de patrones de marca difícilmente sostenibles, pero que sirve como una OT internacional, y para algunos países, desencasillarse - más que posicionarse, que ya tienen posición -.


La marca tuvo su gracia en la época de las galas sesenteras y setenteras, acompañada de ese inseparable blanco y negro, con iluminaciones muy Las Vegas, orquestas muy TV, e intérpretes incipientes en su particular ahora o nunca. Y todo ello aderezado de espíritu hit-parade...porque sobre todo, tenemos nostalgia de esos marcadores en los que mayores y pequeños españoles aprendíamos a decir países y números en inglés, pero sobre todo en francés...gollam-uní, duse puan.


Eurovisión es para España la memoria colectiva moderna más potente, y seguramente, un recurso interesante para estudiar nuestra historia contemporánea. Porque más allá de políticos, manifestaciones, autonomías y crísis, el reciente acontecer de España está marcado por sus estados de ánimo...y eso solamente es observable en sus aspectos aparentemente más intrascendentes, pero que sin embargo, dejan huella y dibujan imagen exterior.
De los ye-yés a las corales casi de orfeón, de las baladas aniñadas a los frikis, de las gitanas descalzas a los croonies a la valenciana y de los desconocidos talentos a los talentos encumbrados por sms, España más que ninguna ha querido ser creativa, en una pulsión irrefrenable que luchaba por mercado común - cuando tocaba - y después por salvar la música de los piratas...pero sobre todo, la tele...de la desidia y de la bancarrota.


Y en todo ese proceso, una marca personal como José Luis Uribarri encontró su rol experto que nos explicaba cómo avanzaba Europa y nos daba - aún ayer noche - impagables lecciones de geo-política. Y junto a él, pero por debajo de él, toda una colección de presentadoras al uso, desde las desenterradas a fuerza por "Cuéntame... y Cántame cómo pasó", hasta la "muy sosa-muy colocada" Anne Igartiburu, modelo preciso donde los haya del más puro estilo tve1, ese de públicos jurásicos, y audiencias y jurados más que en resurrección, en aparición zombie.

Anoche un tal Diges rodeado de un trozo de Cirque du Soleil intentó otra forma española de entender ir a Europa...ahora que se nos escapa. Y a este infantil nuevo prototipo bisbaliano lo mejor que le pudo pasar es que le saltara un espontáneo..en una especie de curiosa metáfora de lo que nos ocurre hoy en día, donde la propia atención nos la tienen que poner siempre los otros. Su puesto da igual. Él tuvo su doble ración de GRP´s y España, su trocito mediático de carambola...cuando las facturas de comunicación ya no estamos para pagarlas.

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