A jugársela en el cono del mundo...


La marca Sudáfrica, otra vez de moda, y en extraña coincidencia deportiva. Primero la eastwoodiana Invictus, o cómo el rugby une países - donde los una - y pone fin a apartheids - los al menos más mediáticos -. Después, y ya a punto, el mundial de fútbol, ese que tuvo su ensayo en esa cosa rara llamada Copa Confederación, y que oportunismos al margen sirvió para testar infraestructuras y tirones de marca de país. Y ni lo uno ni lo otro, porque a un año vista, los estadios pueden construirse y después romperse, y el país puede volver a las andadas - o dar síntomas - por muy pro-mandelianos que nos pongamos. Pero lo más importante...una selección de equipos nacionales, jugándose un poquito de prestigio y en verano, ni engancha y de country-branding, casi nada.

Pero lo que está a punto de venir es otra cosa. Es la marca fútbol en toda su extensión, el momento en el que merecen jugarse las piernas, los millones, y las imágenes de orgullo nacional. Porque el que gana y en crisis, no es que salga automáticamente de esta, pero no solo el mundo le hace la ola. También los mercados responden, y aún sin condonar deudas - que es pedirle mucho al fútbol - algo se le perdona o se deja para más adelante. Así funcionan nuestras mentes conectadas a nuestros corazoncitos, que hasta los tiburones durante un mes pasan a ser sobre todo hinchas.

En España, maltratada marca en sus cosas más serias, nos las prometemos tan felices con la roja, que la piel de oso ya está vendida y en el autobús de nuestra selección rezan lemas de equipo grande...que si ilusión, que si destino, que si victoria...Como un espejismo en la conciencia de un país tocado, ahora dudoso y malquerido, ahora se quiere agarrar a los goles como vía de escape...y ya llegará septiembre. Situación terriblemente familiar con la vivida en el verano eurocopero del 2008, con la salvedad de que ahora ya no hay posibilidad de cortinas de humo. 

Si se gana, el verano lo pasaremos contentos. Si no, todo pintará todavía más negro.

La responsabilidad de estos representantes de la marca España es grande, de esas que hacen temblar piernas sin necesidad de tandas de penaltis. Preparados están como nunca, pero en el momento más delicado de un país troceado, cariacontecido, escéptico, casi grogui. Porque para una marca-país nada más triste que llegar a la situación de depender en que un balón entre para empezar a recobrar confianzas.

¿Exagero? Bien, no perdamos de vista los mensajes que están por llegar, y las anestesias que están por pincharnos.

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