La maravillosa república independiente del tentempié y sigue luego



Que cuándo se va a Ikea se va de excursión, creo que ni el más impaciente de los compradores (tal vez yo) puede negarlo.
El concepto "un rato en Ikea" cambia costumbres (hay que encontrar el tiempo) genera no pocas incomodidades (siempre lejos, siempre gente) e incluso cuestiona el acierto en la compra de tu coche (nunca cabe). Y a Ikea raramente se va solo/a porque se necesita preguntar "qué tal queda" y no hay espejo.

En la mezcla de todo este tipo de cosas, está su marketing...ese que hace que vayas, y que cuando estés, no solo mires...que el esfuerzo en ir se entenderá mal pagado.

Y un español, como supongo que cualquier hijo de vecino, si va y echa buana parte del día, querrá comer, y sería una verdadera lástima que no nos "dieran de" o nos la dieran con cualquier cosa.
Hasta ahora, Ikea tenía de esos menús que se parecen a sus productos, baratos y que te los haces. Pero ahora cambia porque sabe que lo sueco, aún en las tapas, vende.

Por raro y por Ikea.

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