Arrímate, muchacho y no te me apartes, viejo
La fórmula no sale siempre del todo bien, comercialmente hablando, sobre todo en esos casos en que la "unión temporal" de marcas responde al capricho de un actor - más que actriz - que decide "arriesgar" imagen para proyectar esas otras cosas que le sacan del estereotipo, del modelo, del "muñeco". Sea porque va a por el Oscar o porque su dinero le permite jugar hasta la peligrosa frontera del cine de autor.
Lo hemos visto en ese Brad Pitt de selectos proyectos que le afeen, de vez en cuando en George Clooney, que incluso le permiten saltar a la silla con letras impresas, en un Will Smith que a veces superhombre y a veces, supernegro, o ese Tom Cruise, que quiere interpretarlo todo, hasta los de los extras.
Hay otra categoría más "fiel" que es en la que se engloba gente como Johnny Deep, muy difícilmente inseparable de las fantasías de Tim Burton - salvo para piratas y gangsters - o más rotundamente, Leonardo DiCaprio con Martin Scorsese, donde la química es total porque los objetivos son el más perfecto win-win...tu me sacas de ser siempre niño, tú me sacas de ser el de Taxi Driver.
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