Bombyx mori
Hace bastantes años, era habitual encontrarse el colegio lleno de niños con cajas de zapatos y unos curiosos agujeros en la tapa. Era la moda de los gusanos de seda, y cada año, como en un ciclo natural sin fin, volvía a reproducirse.
Los gusanos se compraban, se recogían del campo y se intercambiaban. Cuanto más gordo, más asqueroso…pero para mayor gloria de su dueño.
Muchas tardes tras las clases, acostumbraba a acercarme a un campo cercano, con o sin amigos, y recogía morera. Al principio no lograba diferenciarla demasiado de otros tipos de hojas, y solo Dios sabe que habrán ingerido muchos de mis primeros gusanos.
Los alimentaba, los vigilaba, los frotaba, me los ponía encima, y por supuesto, los exhibía en el cole. Pero los muy malditos no duraban nada. En seguida languidecían, dejaban de reptar, se acurrucaban en una esquina de la caja…y esperaban a convertirse en capullos – perdón por la expresión -. Días más tarde abrías la caja y una asquerosa polilla huía despavorida no sin antes haber rozado sobradamente sus inmundas alas contra tu cara, primero de sorpresa, después de inmediata necesidad de váter.
¡Así es la vida!
Décadas después yo fui ese gusano. Recogido del campo y encerrado en un cuarto oscuro, con hambre de morera.com. Reptando, vagando y finalmente, consumiéndome mientras estaba abocado hacia una transición cocooniana que creía me llevaría a algún otro sitio, a algún otro estado.
Mis años de nos vamos a salir y mira que tonto es todo el mundo terminaron un poco como el Rosario de la Aurora, pero antes de hacerme un capullo – perdón de nuevo – escapé por uno de los agujeros.
Y ahora y en la hora de esta nueva web que llaman 2.0 noto que mi cuerpo adopta formas vermiformes y tal vez vuelva a la caja, más grande, con más gusanos apareándose. No es un hábitat desconocido…simplemente, ha evolucionado un poquito.
Pero esta vez no hay tiempo para capullos cuando lo importante es volar…
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