Dejemos a las buenas marcas que se vendan ellas solitas
La tontería no puede ser más grande. Coca-Cola es una marca que reúne las características tan de buen branding como crear una categoría, tener un buen producto acorde con la creación, que este producto se meta en mestizajes variados - ampliando el ámbito y target de uso, luego mercado - mantener su diferenciación en el tiempo, y jugar bien las cartas de sus estrategias de distribución - en todas partes y en abundancia - y de comunicación - por cantidad de impactos, como una de las principales anunciantes, y por enfoque cambiante de su mensaje, de línea clara pero matización generacional - Podemos jugar a lo subliminal - la forma erótica de la botella - al rollito del mito secreto - que ya se parece en notoriedad y pretendido misterio a lo de los profanadores de Tutankamon - o a consideraciones cuasi-hipnóticas que han dado para no pocos libros, supuestamente de "ciencia creativa". Pero lo cierto es que es la historia de un buen producto, seguramente con propiedades adictivas - que le ha costado alguna leyenda negra - y al que nunca nada ni nadie se le atrevió a toserle, a pesar de las "new generations". Esa es la marca al desnudo, con millones de bebedores que no se cuestionan alternativas a su sed y de ciber-fans que se apuntan a un bombardeo sin recibir nada a cambio. Como si no fuera suficiente con solo beberla, que ahora nos hacen pasar por secta
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